Efecto covid: el nuevo vértigo del ajedrez que anticipa la muerte del juego clásico
La pandemia, con sus restricciones, ha provocado una expansión inédita del ajedrez en su modalidad online. Se han multiplicado de manera exponencial los aficionados al ajedrez en todo el mundo. Pero siempre que hablamos del ajedrez online estamos hablando de ajedrez rápido. Y no se dice nada de la virtual extinción del ajedrez en su ritmo de juego clásico.
Me refiero al ajedrez "lento", al ajedrez de los torneos de elite, de los encuentros por el campeonato del mundo. El ajedrez online se juega casi siempre a un ritmo de pocos minutos por jugador, y sólo en unos pocos torneos "serios" se permiten partidas de 15 minutos cada uno. Este cuadro de situación actual entraña el riesgo de la desaparición del ajedrez en su forma clásica. En este formato son partidas que duran alrededor de cuatro horas, a veces más. El devenir del ajedrez a través del tiempo ha derivado en un constante recorte del tiempo de juego. Hace treinta, cuarenta años, las partidas podían ser larguísimas.
Tengo un récord personal de haber jugado en Mendoza, en el Campeonato Mundial de Menores de 26 años, en 1985, una partida que duró diez horas seguidas sin interrupción. Esos tiempos de duración han ido disminuyendo, pero las cuatro o más horas de hoy, en el vértigo de la vida moderna, se antojan excesivas.
Botvinnik, el legendario campeón de los años cincuenta, decía que el único ajedrez serio era el clásico y se negaba a jugar partidas rápidas, considerando a estas últimas como una forma de ajedrez degradado. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. La aparición de las computadoras dejó de lado el ideal de perfectibilidad que puede conseguir un maestro jugando su mejor partida; ellas lo hacen invariablemente mejor. El espectador empezó a valorar la capacidad del maestro para jugar bien con poco tiempo y también a valorar el error como parte inalienable del juego. Ahora no sólo se trata de jugar bien, sino de hacerlo rápido.
Otro factor es que con las restricciones de la pandemia, resulta que los torneos de ajedrez, con grandes cantidades de gente en espacios cerrados, tienen difícil el retorno a la normalidad anterior. Además, los organizadores de torneos, viendo la popularidad del ajedrez online, tienen a mano una opción mucho más barata para hacer torneos. Para un torneo presencial tienen que pagar pasajes y hotelería a los maestros; para uno online se ahorran ese costo.
Me parece que, dada la actual circunstancia, el ajedrez clásico presencial sufrirá un claro retroceso que puede ser definitivo. Hay todavía, una concepción de las cosas que puede salvarlo. En la vida lo que se aprende rápido, deja poca huella en el alma. Muchas veces se diluye o se olvida. Cuando un aprendizaje, en este caso una afición, se desarrolla con lentitud, va afirmándose de a poco, pero con fuerza en el espíritu. El ajedrez siempre quiso ser una forma de sumergirse en algo que está más allá de la realidad, algo para ser pensado despacio y sin apuro, lejos del mundanal ruido.
Jaque mate con 0,2 segundos
El año de la pandemia entregó un sinfín de torneos en línea. Este es apenas un ejemplo, en la Banter Blitz Cup, en abril, cuando ocurrió este triunfo trepidante del noruego Magnus Carlsen ante Alireza Firouzja (el iraní finalmente ganó el match).
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