Al sueño sólo le faltó un gol
Aunque no convirtió, Ariel Ortega desparramó su fútbol por el Monumental, participó en los cuatro tantos y fue ovacionado.
"Burrito: los grandes no fracasan. Gracias por volver."
La bandera con la leyenda flameaba en lo alto del estadio Monumental. A las 17.10 del domingo 27 de agosto de 2000, Ariel Arnaldo Ortega volvió a River, a ese lugar donde se siente y se mueve tan cómodamente como en su casa. En realidad, es su hogar.
Lo extrañó tanto en sus años en Europa que mientras se acercaba la hora señalada repetía: "Ya hablé mucho, ahora quiero jugar". Y jugó.
Pero primero recibió el cariño de los hinchas. "Ortega, Ortega." La gente le acarició los oídos con esa vieja música, y entonces el Burrito tuvo que sostener sus brazos en alto un rato más que sus compañeros.
Se ubicó abajo, en el extremo izquierdo de la formación, para la foto del equipo. Ya quería empezar a tocar la pelota, pero otra vez tuvo que saludar. "Ortega, Ortega."
Entonces sí pudo calentar motores. Un toquecito para Saviola, otro para Aimar, de nuevo para Saviola, un pase para Angel...
"El Burrito trajo el delirio y a River volvió el carnaval."
Otra bandera -mitad deseo, mitad premonición, ciento por ciento verdad- reflejó lo que pasó en Núñez.
River bailó a Central y le ganó por 4 a 1. Pudieron ser más los goles del equipo del Tolo Américo Gallego.
El primer tiempo fue una fiesta total. Ortega, sencillamente, la descosió, como diría cualquier futbolero de pura cepa. Lejos de todo egoísmo, buscó permanentemente la comunicación con sus compañeros de ataque, Aimar, Saviola y Angel.
No faltaron las endiabladas gambetas. Una para aquí, otra para allá, quiebres de cintura. De tantos resbalones, los jugadores de Central parecían esquiadores y no futbolistas.
Encima, los lujos fueron efectivos, porque el Burrito, en los tres goles convertidos en la primera etapa, dio dos asistencias (para los tantos de Saviola y Angel) y metió un pase bárbaro para la escapada de Saviola y la conversión de Placente.
"Gracias por tu regreso."
El Monumental deliró. Es que toda la gente había soñado con un regreso así de Ortega y todo se estaba cumpliendo. Por eso este otro trapo cobraba gran validez.
En el segundo tiempo siguió el baile del Burrito y de River. Un desborde y un centro de Ortega por la derecha dieron paso al segundo tanto de Angel y cuarto de los millonarios.
Hay datos clave que marcan la actuación de Ariel. Participó en los cuatro goles, dio dos asistencias y vaya si se juntó con el otrora tridente de River: le dio once pases a Aimar, nueve a Saviola y cinco a Angel, mientras que al resto del equipo le cedió el balón ocho veces.
Sólo faltó su gol. Buscó y buscó, pero no hubo caso. Igualmente, nadie se lamentó. Por eso la despedida fue con el grito: "Ortega, Ortega".
"Dios bajó a la tierra y se disfrazó de Burrito."
Es el final, y la frase de otra bandera puede sonar algo exagerada. Pero hoy se puede permitir una licencia.
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