El día final. Atenas bajó el telón con orgullo
Atrás quedaron los esfuerzos deportivos; ante más de 70.000 personas, se vivió con emoción y nostalgia la ceremonia de clausura; los argentinos dejaron su huella
ATENAS.- Para combatir la sensación de vacío y nostalgia que deja el final de todo acontecimiento atrapante y universal, Grecia cerró los Juegos Olímpicos con una ceremonia en la que exaltó su orgullo por la organización y el sentir nacional. Una clausura que a los ojos argentinos resultó gratificante por efecto de los hitos deportivos dorados que el fútbol y el basquetbol habían grabado 24 horas antes. La entrañable melancolía que los griegos empezaron a sentir por haber conseguido que los Juegos estuvieran durante 19 días a la altura de las exigencias y demandas es la misma que los argentinos experimentan al recordar la aún fresca hazaña del basquetbol o las lecciones futbolísticas que de principio a fin impartió el seleccionado de Bielsa.
Las 72.000 personas que anoche colmaron el estadio olímpico con la misma civilidad que lo hicieron a lo largo de todas las competencias se gratificaron con un espectáculo colorido y musical, sin el formalismo de la ceremonia inaugural y con el desenfado de un fin de fiesta. Por las dos pantallas gigantes ubicadas en las cabeceras se emitió un video con varios de los momentos inolvidables, risueños o curiosos de los Juegos. Por allí desfiló la épica volada de "Manu" Ginobili para convertir el doble del triunfo ante Serbia y Montenegro en el último segundo; una acción que, por significado y trascendencia, viene a ser la versión moderna de la palomita de Pascual a los Springboks en 1965. También apareció la nadadora cordobesa Georgina Bardach, medalla de bronce en los 400m combinados, en el hidalgo gesto de saludar dentro de la pileta a la ganadora de la prueba, la ucrania Klochkova. Increíblemente, en el resumen no hubo ningún instante con el seleccionado argentino de fútbol; cuesta creer que al compaginador se le haya escapado alguno de los tantos festejos con bailecito de cumbia de Carlos Tevez, imagen ideal para un clip. Con dudoso buen criterio eligieron un par de festejos de los ásperos paraguayos.
La impresión de que la vorágine de los Juegos ya es historia se comprobaba al observar a la reducida delegación que representó a la Argentina en el desfile de los 202 países participantes. Apenas hubo un puñado de deportistas, con Juan Cerra como abanderado, acompañado por Diego Gutiérrez, Paula Reinoso, Diego Romero y los oficiales del Comité Olímpico Argentino Mario Moccia, Julia Garisoain y Eduardo Moyano. Todos se sacaban fotos y se filmaban en el gran playón en que se había convertido el campo del estadio.
El terreno fue presentado al comienzo como un sembradío de 45.000 espigas de trigo que simbolizaban la unión entre el cielo y la tierra, bajo la protección lunar de Artemisa, la diosa de la naturaleza, la caza y la cosecha. Las tribunas se asemejaron a inmensos bloques titilantes por obra de un pequeño artefacto de luminosidad intermitente que se le entregó a cada espectador.
Se ejecutaron danzas y coreografías típicas con instrumentos de percusión, mientras el componente griego iba cediendo espacio para entregarle la posta a su sucesora, Pekín 2008, que entró en escena con las primeras demostraciones de su cultura milenaria.
El balance oficial quedó resumido en las palabras de Gianna Angelópoulos, presidenta del comité organizador, y de Jacques Rogge, titular del Comité Olímpico Internacional. Ambos transmitieron la satisfacción por haber salvado las dos grandes amenazas que se cernían sobre los Juegos: la inseguridad y el riesgo de atentados por la tensiones internacionales en el nivel social y político, y las dudas que despertaba la infraestructura griega para no verse desbordada por el gigantismo de los Juegos. Ambas asignaturas fueron aprobadas; las competencias, el movimiento de los atletas y de la prensa se desarrollaron sin incidentes, aunque bajo estrictas medidas de control y prevención. La mancha se produjo ayer, con un intruso que se metió en la senda de la maratón y detuvo al brasileño Vanderlei Lima, que lideraba la prueba y perdió algunos segundos en el incidente. A modo de reparación con el atleta que siguió la competencia sin quejarse hasta finalizar tercero, en la ceremonia de premiación se lo distinguió por su fair play.
"Estos Juegos fueron inolvidables, de ensueño. Ustedes [por los griegos] ganaron al enfrentar brillantemente la organización", declaró ante la multitud.
No menos entusiasta fue Angelópoulos, encantada de haberle ofrecido al mundo una Atenas renovada y mucho más urbanizada, con instalaciones confortables y atractivas. "El mundo descubrió una nueva Grecia", expresó la funcionaria.
A las 22.45, el pebetero con fisonomía de cohete que diseñó el arquitecto español Santiago Calatrava empezó a inclinarse en forma descendente hasta quedar al alcance de ser apagado; la llama se extinguió al retomar la verticalidad, bajo el simbólico soplido de la niña Fotini Papaleonidopoulou.
Los Juegos pasaban definitivamente al archivo entre un impresionante despliegue de fuegos de artificio, suelta de globos y papel picado desde la cubierta del estadio. Los griegos cantaron y bailaron durante un rato más con música moderna local y se volvieron a sus casas convencidos de haber sido testigos de algo inolvidable. Un telón que para el deporte argentino cayó, después de mucho tiempo, bajo el estremecimiento provocado por dos grupos de muchachos que un día antes habían hecho de lo suyo una ofrenda sublime.
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