A Pampa Traviesa: Apuestas ilegales, amores clandestinos y duelos mano a mano
Todo lo que sucede en la vida, sucede en una carrera. Y si esta carrera tiene más de tres décadas de historia, si es Campeonato Nacional, si asoma sobre una ciudad inundada; todo sucede más intenso
(SANTA ROSA).- El elegante salón de actos de la municipalidad de Santa Rosa, La Pampa, con sus ventanas estilizadas, sus espejos amplios y sus guardas doradas, está invadido por atletas. Los colores chillones de las remeras, camperas, gorras, estallan juntos con los gritos, abrazos, aplausos, mientras se realiza la entrega de premios del maratón A Pampa Traviesa. En el medio del salón, una parejita está abstraída del mundo. Acurrucados uno sobre el otro, perdidos en frente de una pantalla de celular, se miman, ella lo abraza, él la besa. Miran el teléfono, ella le dice algo al oído, él la mira y le sonríe. Si de golpe todos se fueran, ellos no se darían cuenta. La locutora corta el aire: “¡El Campeón Nacional de Maratón 2017 es: Ulises Sanguinetti!”. Y se rompe el encanto, él se para y se dirige al podio. Sube a lo más alto y la busca. Ella está abajo, sacando fotos con ese mismo celular. Él le sonríe a ella, y otra vez el mundo desaparece.
Agustina Prieta es mamá de Candela. Ulises Sanguinetti es papá de Ayrton. Candela y Ayrton van a la misma escuela. Agustina y Ulises, ambos divorciados desde hace tres años, se veían siempre cuando sus hijos salían del colegio. “La salida es un buen lugar para conocer gente”, reconoce Ulises. Esa es la historia oficial.
-Aunque también hay algo más -revela él-.
-¡No, no; no lo digas! -grita ella entre carcajadas-.
-¿Por qué no? Lo digo.-se impone entre risas él-. Nuestras ex parejas son primos. Así que ya nos mirábamos hace tiempo.
Se miran, se ríen y todo se diluye otra vez. Volvemos a la historia oficial: “En 2015 empezamos a jugar Preguntados, una aplicación del celular”, recuerda Agustina. El 9 de enero de 2017 nació Franchesco. Sí, Franchesco es el hijo de Ulises y Agustina. Mientras el padre se coronaba Campeón Nacional de Maratón, Franchesco estaba en Tres Arroyos al cuidado de su abuela. “Con ella se porta genial”, cuenta Agustina, “¡pero a nosotros no nos deja dormir!”.
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Aún con poco sueño, Sanguinetti hizo una gran preparación para A Pampa Traviesa. Después de ganar el maratón de Mar del Plata, su objetivo era el único título nacional que le faltaba. Pero no iba a ser tan fácil, en frente tenía al campeón defensor, el ganador de la maratón de Rosario 2016, que además ya sabía lo que era salir tercero y segundo en Santa Rosa; en frente tenía a Darío “Lalo” Ríos.
Buena parte del mundo atlético estaba pendiente de este duelo. Desde España, Miguel Bárzola pronosticaba: “El más fuerte es Ríos, pero mañana gana Ulises”, y ya con la cadena salida gritaba: “¡Vamos pollo viejo y peludo nomás!”. Desde Argentina Javier Carriqueo tomaba el desafío, ponía “todas las fichas a Ríos” y apostaba “¡una cerveza Miguel! Al cajón no llego”. Se la jugaba, pero recuerden que hace tiempo está sin beca, y el cajón está carísimo.
No hay celulares fijados al antebrazo, no hay cinturones de hidratación, no hay viento, no hay sol, no hay excusas. Esto es A Pampa Traviesa, y a las 8 de la mañana empieza el duelo por el campeonato. Ríos y Sanguinetti, en vez de trompadas, se van a tirar zancadas. Suena el disparo y se lanzan, como cantaba el Carpo: "Juntos a la par".
En Santa Rosa no sólo -desde hace 33 años-, se corre un maratón. También pasan otras cosas, y no todas son buenas. En las semanas previas llovieron 500 milímetros, es decir, del cielo cayó medio metro de agua, y 1000 personas tuvieron que dejar sus casas inundadas. Los atletas valoraron el coraje de la organización al no suspender la carrera y cada cual donó lo que pudo para ayudar. Pero parte del circuito quedó bajo el agua y tuvieron que utilizar un trazado alternativo buscando suelo seco. La carrera se volvió más rápida aún, y Ríos y Sanguinetti pudieron formar pelotón con los atletas que competían en la media maratón. Desde el tercero al séptimo, más los dos punteros del maratón, todos iban juntos y rápidos.
Desde hace décadas, el trazado son dos vueltas de media maratón; media más media, maratón completa. Sobre el final de la primera vuelta, el pelotón se fue desintegrando, cada cual peleaba su puesto en los 21 kilómetros. Pero el atleta enamorado: Sanguinetti, y el campeón defensor: Ríos, corrían en espejo. Ni medio metro de ventaja, ni que pasá vos, ni que paso yo; pisando el asfalto a la par llegan a la plaza principal. Desde ahí, hace una hora y diez minutos, largaron. Desde ahí, montado en su corcel de metal, San Martín los observa altivo. Desde ahí, a los gritos, Agustina alienta a Ulises. “Él me había explicado que era difícil ganar”, recuerda Prieto, “pero cuando pasó la primera vuelta -agrega- me dijo que iba todo bien. Ahí supe que tenía muchas chances”.
La llovizna lubrica las zancadas, el escenario continúa gris, pero los actores brillan con luz propia. Ya los 21 quedaron atrás, juntos con la plaza, San Martín, Agustina y los gritos de la muchedumbre. Ahora el público ralea, cuatro en una esquina, otro solo a mitad de cuadra, pero es imposible encontrar un kilómetro completo donde no haya nadie aplaudiendo, o gritando, o dando un poco de agua. Ahora quedaron Sanguinetti y Ríos solos; ahora empieza el duelo. Ahora empieza la carrera, la parte más dura de la carrera. Como dicen, en Santa Rosa, la primera mitad suele ser amigable, la segunda, en cambio, es otra cosa.
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Kilómetro 25, viento en contra, el auto guía con el reloj digital, más el auto del comisario deportivo que custodia la legalidad, más el auto de la prensa, más el auto en el que va este cronista (que a su vez informa al locutor oficial en la llegada), más una bicicleta con un periodista que relató en vivo para la radio de San Luis, micrófono en mano derecha y manejando con la zurda, sí, ¡los 42 kilómetros! Autos, bici, llovizna, viento en el pecho: y dos atletas. Kilómetro 29, pasaron el final de la avenida, ya retomaron en U, ya el viento pasó del pecho a la espalda, ya todos esperamos que algo suceda, que la carrera se empiece a definir: pero continúan dos atletas. Kilómetro 30, la tensión se moja en el aire: dos atletas. Kilómetro 31: dos atletas. Y cien metros más tarde: todo explota. Sanguinetti acelera, pone sus piernas a 3m10s el km y Ríos sabe que no hay mucho que hacer, “me faltó velocidad con el viento a favor”, reconocería luego de la carrera, “sé que esa aceleración es mi punto débil”. Por su parte, Sanguinetti pensaba en una sola cosa: “Estaba cien por ciento concentro en los pasos de Lalo”, admite, “¡no los quería escuchar más!”. A 11 kilómetros de distancia, en la plaza principal, frente a la llegada y bajo la llovizna, Agustina escucha por la radio el cambio en la carrera y salta eufórica.
Sanguinetti se suelta y Ríos se apaga. Faltan diez kilómetros, pero Ulises no va a perder el último título que le falta. La llegada a la plaza es engañosa. Se ve el arco, pero aún falta poco más de un kilómetro, se llega por la mano del boulevard que pasa frente a la municipalidad, pero hay que continuar hasta el retome donde ahí sí se vuelve por la mano opuesta rumbo a la llegada. Pasar por la plaza es lo más parecido al Tour de France que se puede ver en una carrera. Hay vallas, pero nadie respeta nada: el público invade la calle, a penas dan lugar para que pasen los autos de la organización, casi tocan a los atletas, aplauden, alientan, saltan, les gritan en la cara. Es el último gran impulso que la gente de Santa Rosa brinda a esos cuerpos exhaustos que regaron sus calles de sudor.
Ahora sí. Ulises Sanguinetti eleva los brazos, mira al cielo gris, y escucha por los parlantes la voz profunda del eterno locutor, Daniel Wilberger: “¡Acá llega el nuevo Campeón Nacional de Maratón. Acá llega Ulises Sanguinetti!”. El público lo aclama, los fotógrafos lo inmortalizan, los periodistas lo rodean. Responde, agotado, pero feliz. Pasan tres minutos, arriba Darío Ríos, por fin todos se van tras el subcampeón. Ulises queda solo y ella lo abraza.
-¿En qué pensaste cuando cruzaste la meta?
-Me acompañó tantos fondos largos en auto, horas manejando a 15, 17 km/h, con nuestros hijos arriba, ayudándome con la hidratación. Pensé en ella. Se lo dedico a ella.
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Ulises Sanguinetti clavó el reloj en 2h20m50s. Segunda mejor marca argentina del año detrás de las 2h20m37s de Javier Carriqueo en Temuco, Chile.
El mundo del atletismo es muy chico, al final todo se sabe, como en una gran familia. Ulises se enteró de la apuesta, supo que Miguel Barzola iba por él, pero que Javier Carriqueo se la jugaba por Ríos.
-A Javier, lo respeto mucho, por eso sobre el final salté, festejé y me frené para no mejorarle la marca.- explica entre risas el flamante Campeón Nacional, y también atiende al hombre de Bragado -¡Qué grande Miguel! ¿Cómo no iba a apostar por mí? Si siempre me tuvo miedo.
Y sí, el atletismo es como cualquier gran familia, hay puestas ilegales, amores clandestinos y duelos mano a mano.