La incógnita que sobreviene a la revolución
LONDRES.– ¿Y ahora, qué? La frase que se escuchaba en Río 2016 toma fuerza, un año más tarde, en Londres. ¿Hay vida en el atletismo después de Usain Bolt? Y sólo la ilusión parece ser el combustible para encarar esa respuesta. La semilla está plantada. Y será cuestión de sentarse a esperar al sucesor. Al que tome el testimonio del cambio de época. Pasa en el fútbol, en el básquetbol, pasará acá.
“No hay que mirar para atrás”, avisaba Carl Lewis, consultado por la nacion en agosto del año pasado. Y fundamentaba que el deporte va construyéndose en diferentes etapas. Que cada uno tiene su momento y aporta a esa construcción. Eso sí, dejaba de lado una cuestión no menor: Bolt revolucionó el atletismo. Y cruzó todos los límites de popularidad posibles. “Es nuestro Muhammad Alí”, apunta Sebastian Coe, presidente de la IAAF. Y no se equivoca. Más allá de que su despedida esté programada para el próximo sábado, en la posta 4x100m, su adiós en los 100 metros marca un antes y después. Desde el próximo fin de semana hablaremos de un atletismo post-Bolt. Y su apellido será sinónimo de deporte, carisma y marketing. Un combo que pocos pueden lograr y sobrellevar. Fue exitoso con estilo. Un showman que se puede apagar desde lo físico –su espalda empieza a crujir y sus primeros meses de 2017 dieron muestra de un obligado cambio de aire–, pero que sigue atrapando por fuera de las carreras.
Deja las pistas el hombre que cambió los estándares de popularidad del atletismo, el que movilizó a los fanáticos, el que fue estudiado con la mayor precisión: todos hablan de sus dietas, de sus zancadas, y hasta de sus zapatillas. El mismo que desde 2008 generó esa extraña sensación de transmitir que todos los que estaban en los estadios o frente a los televisores iban a ser testigos de algo especial y único. Y no defraudó. Dicen que tiene algo de extraterrestre –sus 9s58 parecen de otro planeta– y otro tanto de estrella de rock. ¿Y ahora qué? Es la gran incógnita después de la revolución.