Automovilismo. Hamilton deja el hogar: se va de McLaren y llega a Mercedes
Tomó la decisión pese a que en Woking lo trataban como a un hijo; Explicó que buscará "nuevos desafíos" en 2013
La noticia hubiese sido una más en un mundo globalizado y cambiante. Al fin y al cabo se trata de un contrato que se cierra y otro que se abre en busca de un futuro venturoso. Pero no. Ayer, cuando se anunció que el campeón 2008 de la Fórmula 1, el inglés Lewis Hamilton, será piloto de Mercedes el año que viene, la que quedaba atrás era una de las uniones más longevas y que sobrevivían en esta época de alianzas fugaces y humores cambiantes.
Hamilton deja McLaren. Recalará en la firma que hoy le provee motores a su escuadra. Ocurrirá, en definitiva, lo que pareció que jamás podía pasar. No por la identificación que el hombre de Stevenage tenía con la escuadra desde 2007, cuando irrumpió en la máxima categoría, sino por el trasfondo que esa comunión conllevaba. Hay numerosos impactos que estremecen el aire en el dominó imparable que lanzó el intempestivo adiós del moreno de su "casa paterna": en principio, viene a ocupar el puesto de Michael Schumacher, de quien aún se desconoce su futuro; deja una butaca ansiada para el resto y que finalmente albergará a Sergio Pérez (ver aparte) y pasará a ser compañero de Nico Rosberg, su amigo pero a la vez un ex rival en categorías menores.
Como fuera que se resuelva el acertijo de los casilleros por completar, para Hamilton ya nada será igual. A las seis temporadas que a fin de año habrá completado en McLaren se le deben sumar otros tantos abriles en la escudería. Específicamente, desde los 10 años. Ya era un destacado piloto de karting cuando se presentó ante el entonces patrón de McLaren, Ron Dennis, en una entrega de premios y le pidió "una oportunidad en su equipo de Fórmula 1". La anécdota, hoy risueña, marca la determinación de aquel chico que tenía muy en claro lo que quería y cómo conseguirlo.
El respeto con el que siempre se manejó, inculcado por su padre Anthony -un modesto empleado ferroviario-, hizo que su imagen siempre resultara simpática, al punto que Dennis lo adoptó como su ahijado deportivo. Desde entonces, Lewis nunca se separó de McLaren. Trabajó con ellos, aprendió y mostró ese espíritu investigativo que es tan del agrado de hombres como Dennis, de mano férrea en las decisiones y criterio resolutivo a la hora de armar pautas de trabajo.
Cuesta ver a Lewis fuera de Woking. Si hasta su hermano Nick, que tiene problemas de movilidad y la visión afectada, se convirtió en un amigo irreemplazable de todos los mecánicos del team... puede que suene exagerado, pero McLaren pasó a ser la segunda casa de los Hamilton. Y cuando Lewis llegó a la Fórmula 1, en 2007, nada se desmadró en su interior a pesar del repentino e imparable flujo del éxito.
Lewis es hasta hoy el único piloto de la historia que subió al podio en sus primeras nueve carreras, incluidas dos victorias, y uno de los pocos que consiguió el título mundial en su segundo ejercicio. Lo que antes era una traba para su desarrollo (su color de piel), se convirtió en una excelente herramienta de marketing. Se lo llamó "el Tiger Woods de la F.1", algo nada descabellado considerando que el golfista se hizo profesional en 1996 y ganó el Masters de Augusta al año siguiente. En los boxes, siempre el brazo paternal de Dennis se apoyaba en su hombro; después, con la jubilación del boss, el afecto se corporizó en la figura de Martin Whitmarsh. A sus 27 años, Hamilton ya era parte del inventario de McLaren, que siempre le ofreció un segundo padre para calmar algún ímpetu extradeportivo, como las fiestas o las mujeres.
Pero todo tiene un final. Abrupto, si se quiere. "Es tiempo de nuevos desafíos", fue el argumento del piloto, que rechazó una renovación del contrato con su casa de (casi) toda la vida. Lo espera una factoría alemana, lo que para un competidor inglés -como ocurriera con Dick Seaman o Stirling Moss- suele representar una movida especial.
Con más de 100 Grandes Premios en su espalda, Lewis se ve maduro y fortificado como para ocupar el lugar que dejará Schumacher. Quizás, ahora su rival más duro empiece a ser la nostalgia. Porque nunca es fácil abandonar los sitios en los que uno fue feliz y se hizo hombre...
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