Marc Márquez, la estrella del invicto interminable
El español, que ganó ayer en Assen, se impuso en las ocho carreras de la temporada y sigue acumulando récords
Ya no hace distinciones de circuitos ni de situaciones climáticas. Las curvas veloces o lentas se rindieron a su talento natural y le abrieron todos los libros de la sabiduría motociclística. Parece mentira, pero a los 21 años, a Marc Márquez le queda poco y nada para aprender, por presuntuoso que suene. Entonces, qué mejor que seguir intentando récords. Ayer, en el trazado holandés de Assen (circuito mítico si los hay en la frondosa historia de las dos ruedas), el joven piloto de Cervera firmó la octava victoria sobre igual cantidad de carreras de este año en MotoGP, tal como Giacomo Agostini, el hombre más ganador de la historia, lo hizo en 1971. Ocho corridas, ocho ganadas al comenzar el ejercicio.
Hay más de una cosa inusual en Márquez. Ya no es sólo la estrella surgente ni el campeón fulgurante que deja a todos con la boca abierta por su desparpajo. Muy por el contrario, vive por estos meses una metamorfosis que ha hecho de su persona un referente para los referentes. Su actitud de piloto adulto en la pista, que procede como un veterano sin serlo y se mueve como un gladiador de mil batallas aunque sólo lleve un año y medio en la categoría mayor, lo hace acreedor a elogios de los más veteranos. Ayer, en ese templo que consagra a los dioses de la disciplina, le tocó una parada brava: la lluvia. En los deportes motores, se sabe, el agua traza equivalencias que emparejan las performances. O sea, se dio lo que los rivales de Márquez esperaban. Pero ni así pudieron con el as de Honda.
A todas sus habilidades conocidas, el español le adosó dos fabulosas condiciones más. Una, el manejo sobre suelo mojado, que tuvo una dosis de arrojo igual o más temeraria que la que muestra cuando conduce sobre seco. La otra, su increíble condición atlética: cuando comenzó la lluvia, los pilotos pasaron por boxes para cambiar de moto y utilizar la equipada con gomas para piso húmedo en plena carrera. En esa acción, que debe ser relampagueante para no perder ni un segundo, Marc fue el único que no tocó el piso con los pies. Entró en los boxes como una exhalación y saltó de una moto a la otra, sorprendiendo hasta a sus propios colaboradores, que cuando quisieron darse cuenta de la acción, notaron que el campeón ya era un punto en el horizonte que dejaba una estela de agua y talento a su espalda.
¿No hay fisuras en su funcionamiento? Los entendidos le hicieron uno y mil estudios técnicos y, de momento, no la hallaron. Se habló de un maravilloso control de tracción en las Honda que les sacaría un plus de ventaja a las Yamaha, pero el compañero de Márquez (Dani Pedrosa) tiene 72 puntos menos que el rey. Dicen que Jorge Lorenzo es quien más inclina la moto (64°) y por ende capitaliza como nadie la velocidad en curva, pero Marc sigue siendo el que más "saca" el cuerpo y toca el asfalto con los codos, haciendo un aprovechamiento integral del equilibrio. Valentino Rossi sigue siendo el principal convocante de la categoría, pero los hinchas se apiñan en las curvas más veloces de cada circuito porque quieren "ver doblar a Márquez". Rápido, intuitivo, sereno a la hora de ejecutar a un rival, criterioso en la dosificación de potencia, inapelable a la hora de ahorrar neumáticos para llegar al final, y casi nulo visitante a la leca por alguna caída, Márquez reinventó el estilo de manejo sobre una fantástica calidad natural.
Para ascender al Olimpo también lo ayudó su personalidad positiva, que no reniega por un mal resultado (en su caso, un segundo puesto puede llegar a serlo...) y el feeling instantáneo que, dicen, consigue con cada integrante que se suma a su equipo de mecánicos e ingenieros. Irradia semejante aura de invencibilidad que los rivales (Yamaha, Ducati) ya están revisando sus cuentas bancarias para contratarlo a la brevedad. Es que más que gastar en soluciones técnicas, todos desean tenerlo a él. Porque Márquez reinventó el factor humano como ítem imprescindible para ganar un título. Y en plena época tecnológica, en la que la máquina se vanagloria de su superioridad sobre el hombre, Marc está para reivindicar a una fantástica raza: la de los campeones inoxidables.
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