Rally Dakar. Fue campeón de Fórmula 1, corrió en Le Mans y ahora prueba en el desierto: el nuevo desafío de Fernando Alonso
Es una celebridad, un piloto de leyenda. El bicampeonato de Fórmula 1, el título de World Endurance Championship (WEC), victorias en carreras emblemáticas como las 24 Horas de Le Mans y en circuitos icónicos de la Fórmula 1 como Mónaco, Silverstone, Monza, Nürburgring... Los éxitos ratifican la condición de distinguido y la capacidad de manejo y adaptación a los diferentes autos y trazados que tiene Fernando Alonso. Pero ninguno de esos pergaminos se corresponde con las características que el español deberá mostrar en la aventura que emprenderá desde este sábado. El asturiano de 38 años es debutante en el Rally Dakar, que se desarrollará hasta el 17 de enero en Arabia Saudita.
Se trata de un escenario novedoso, donde las trampas del desierto y la peligrosidad de las dunas sepultarán el sexto sentido que Alonso adquirió en el asfalto, desde que a los tres años se subió por primera vez a un karting. Será un reto inigualable para quien aparece siempre entre los favoritos: Alonso precisará leer el territorio, ajustar el ritmo y dosificar fuerzas para no fracasar. El apoyo de una estructura de elite, Toyota Gazoo Racing, que celebró la victoria en la división autos con el qatarí Nasser Al-Attiyah en Perú 2019, y la presencia del catalán Marc Coma (cinco veces ganador del Dakar en motociclismo y director deportivo de la prueba entre 2015 y 2018), en la función de navegante, son respaldos a los que se aferrará el ovetense para batallar durante 12 etapas, desde Yeda hasta Qiddiya, ante los históricos y consagrados Stéphane Peterhansel, Carlos Sainz, Nani Roma y Giniel de Villiers.
Nadie recuerda cómo empezó la novela, qué ni quién dejó la huella para que el Dakar se convirtiera en un deseo para Alonso. Lo que comenzó como una diversión, un juego, durante los últimos días de marzo pasado, pasó a ser una exigente preparación para que la competencia de autos más riesgosa del planeta no tomara desprevenido al español. El cambio de hábitat, las modificaciones en el estilo de manejo, las semanas de tareas en desiertos que simularan los caminos que desandará desde mañana, los consejos de expertos pilotos, las rutinas físicas de gimnasio, la alimentación... Todo un mundo nuevo fue atrapándolo, a pesar de que Alonso sabe que se trata de una aventura pasajera. "No correré el Dakar cada año. Será una experiencia enriquecedora, en la que intentaremos ser competitivos", advirtió el campeón de Fórmula 1 de 2005 y 2006, que divide la opinión de la cátedra entre quienes lo ven con posibilidades de ser un referente de la exigente competencia y aquellos que susurran que le falta descubrir y aprender facetas de una carrera que requiere más que ser un experto al volante.
Alonso no se deja empujar por los apuntes que llegan desde el entorno. En el trayecto a la cumbre supo de éxitos y rotundos fracasos, como la eliminación en la clasificación para las 500 Millas de Indianápolis de 2019, a manos del humilde Juncos Racing. "El Dakar es el desafío más grande de mi carrera, porque mantener la concentración durante más de seis horas es muy difícil. Mentiría si dijera que estoy en el nivel de los grandes especialistas, como Peterhansel, Sainz y Al-Attiyah; es imposible alcanzar ese nivel en seis meses de preparación. El mejor ejemplo es [Sébastien] Loeb, que dejó de correr en el Mundial de Rally y siguió buscando su puesta a punto en el Dakar", repite el asturiano, el primer campeón de Fórmula 1 en participar en esta maratón. La categoría reina ya aportó vencedores a la nómina del Dakar: el belga Jacky Ickx, en 1983, y el francés Jean-Louis Schlesser, en 1999 y 2000, a bordo de uno de sus famosos buggies.
El desafío de Alonso empezó en marzo en Sudáfrica, cuando manejó por primera vez el Toyota Hilux, con De Villiers como instructor. La misma fórmula ensayó en casi 1000 kilómetros de dunas en el desierto de Namibia en agosto. Como en Arabia Saudita no todo será arena, en Polonia manejó casi 700 kilómetros de pistas rápidas de tierra.
La primera experiencia con Coma como navegante no fue buena: el estreno en los rallies, en Lichtenburg 400, Sudáfrica, los descubrió entre un vuelco, un pinchazo y la rotura del parabrisas tras un impacto con un ave. Al-Attiyah lo llevó al desierto qatarí para pilotear un buggy y luego se entrenaron en Marruecos, donde Alonso participó en el Rally, nuevamente con varios contratiempos que le eclipsaron algunos buenos parciales. El aprendizaje se hizo visible en noviembre, en la prueba saudita de Al Ula-Neom, de 800 kilómetros cronometrados, en los que Alonso firmó su primer podio. Su última práctica fue en Abu Dhabi, entre las dunas, donde el asturiano sentenció: "Estamos listos".
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Las horas de manejo y los ejercicios para adquirir resistencia en las piernas, la zona lumbar, los hombros y el cuello fueron a la par. Así como en la F. 1 la fuerza G es mayormente lateral, en un raid las fuerzas son principalmente hacia adelante y atrás, con saltos impredecibles que castigan el cuerpo. Alonso hizo un aprendizaje acelerado, una preparación rigurosa para no ser sorprendido por la exigencia del Dakar, la prueba-aventura que le quitará el sueño durante dos semanas si es que logra seguir en competencia.
Luego llegarán otros desafíos, como Indy 500, con la esperanza de firmar la Triple Corona, mientras espía si la Fórmula 1 le reserva una última oportunidad en 2021.