Banfield y San Lorenzo, protagonistas de un 0-0 redondito y deslucido por donde se lo mire
En el Florencio Sola, los equipos de Sanguinetti y Dabove conformaron un espectáculo cargado de imprecisiones y desaciertos
Ni el buen andar que tanto se le alabó a uno durante la reciente Copa Maradona ni las expectativas que puede provocar el otro cuando sale a la cancha con varios de sus apellidos más ilustres. Ni Banfield ni San Lorenzo cumplieron con nada de lo previsto, coleccionaron errores e imprecisiones y redondearon el único resultado posible: un 0-0 bien redondito.
Presionar, morder, colaborar en el esfuerzo, no dejar nunca de correr hacia atrás, en caso de apuro pegarle de punta y lo más lejos posible, pero sobre todo chocar. Chocar mucho en cualquier sector de la cancha y con la máxima intensidad posible con tal de impedir que el rival construya, que alguna secuencia de pases se convierta en la oportunidad de generar un espacio vacío, que un jugador quede libre para pensar y jugar.
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Banfield y San Lorenzo brindaron una master class de todo aquello que lamentablemente ya se hizo norma en el fútbol argentino: un partido a pura fricción, difícil de jugar para los protagonistas, imposible de digerir para el espectador. Feo, muy feo.
Podía suponerse que el Taladro, un equipo con más tiempo de armado y preparación podría salir mejor parado de un planteo que invitó a la lucha libre desde la primera acción. Craso error. Bloqueados Payero y Galoppo por el debutante Rosané y el Torito Rodríguez, aislado Pons entre los centrales, ineficientes Álvarez y Urzi por afuera, el local quedó pendiente de alguna sorpresa de Cabrera llegando desde atrás, las trepadas de los laterales y el eventual acierto en algún cabezazo, en todos los casos con nulo resultado.
¿Y San Lorenzo? En el Florencio Sola, Diego Dabove decidió pegarle otro volantazo a un equipo al que no le encuentra la vuelta, esta vez gracias a la coartada del compromiso por la Libertadores en la semana. Hizo debutar a Flores y Rosané, dos chicos de las inferiores, les devolvió un sitio a los gemelos Romero, colocó a Peruzzi y Pittón como laterales con recorrido y, como novedad, colocó con tres centrales en la zaga.
La idea sirvió para conjugar todos esos verbos relacionados con el trabajo forzado, pero ninguno de los exigidos a un conjunto que se supone grande y con mayores pretensiones. En función de ataque le faltaron al Ciclón todos los atributos necesarios. Desde una intención constante a un orden que le permitiese progresar en el campo con alguna dosis de sentido común.
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Una mirada entusiasta y generosa podrá rescatar un disparo lejano de Rosané en la primera mitad y un par de intentos de Alexander Díaz en el segundo, pero en ningún caso se trató de acciones que fueran fruto de la imaginación y el talento.
El ingreso de Dátolo en el segundo tiempo le dio unas gotas más de criterio al ataque de Banfield, que de los dos fue el único que dio mínimos síntomas de funcionamiento colectivo cuando estuvo en posesión de la pelota. Sin embargo, Monetti debe haber vivido una de las noches más relajadas de su carrera.
Del otro lado, encontró algún espacio más Ángel Romero para hacer valer su gambeta, debió estirarse un par de veces más Arboleda para salir en las fotos y en los minutos finales algunos centros generaron una sensación de peligro que había estado ausente hasta ese momento, pero en el fondo nada logró alterar la mediocridad.
Con la intensidad como virtud mal entendida y la actitud como único estandarte, el duelo mantuvo su tónica anárquica, desordenada, por momento casi grotesca. Por supuesto fue 0 a 0. Ineludible, inevitable.
En estos casos, los jugadores se conforman con el argumento de “haber dejado todo”. Se olvidan de que además de correr y chocar el fútbol también consiste en dejar algo de juego y de alegría. Los técnicos, por su parte, suelen sacar conclusiones positivas de esta clase de partidos. A Sanguinetti y Dabove esta vez les va a resultar muy, pero muy difícil..