Historias de brujas y fantasmas
NEUQUEN (De un enviado especial).- Detrás de alguna columna o agazapada sobre el techo del Ruca Che debe estar escondida alguna bruja preparando su brebaje paralizante. O, quizás, un fantasma maldito ya visitó el vestuario de la Argentina para cometer la travesura de siempre, esa que frena al equipo nacional en el umbral del gran acontecimiento que tanto se espera.
La historia es asombrosamente contundente: cada vez que nuestro seleccionado estuvo a un paso de lograr el golpe de efecto tan deseado, el diablo metió la cola y desinfló millones de ilusiones. Sobran hechos puntuales para sustentar tan insólita y nefasta tradición. Una historia que resultará más difícil de sobrellevar que las propias figuras que el rival oponga en el camino. Porque está incorporada en la piel de los jugadores y ellos lo saben.
Se acerca el momento cumbre, el cruce de las semifinales y luego la eventual final, dos pasos que la Argentina debe dar para sobrepasar el nivel acostumbrado para transformar lo muy bueno en brillante.
Muchas veces se estuvo en una situación parecida . En Portland, en 1992, el seleccionado no se clasificó para los Juegos Olímpicos de Barcelona porque el puertorriqueño Sam Pellot, de 1.86 m, dio un brinco espectacular y tapó una bandeja de Hernán Montenegro. En el Premundial de Puerto Rico 1993, no se pudo llegar a la final porque Juan Espil falló el tiro decisivo en el último segundo de la semifinal con los Estados Unidos.
Aquí, en Neuquén, durante el Preolímpico de 1995, Luis Villar y Esteban Pérez equivocaron un movimiento de ajuste defensivo y permitieron que Piculín Ortiz embocara el doble que le dio el título a Puerto Rico. Y en Atlanta 96 la Argentina pudo pelear por una medalla tras vencer a Lituania, pero las graves lesiones sufridas por Marcelo Nicola y Esteban De la Fuente ni siquiera le permitieron superar al débil equipo de China.
En el Mundial Sub 21 de Australia 97, el equipo de ese país eliminó en semifinales a la Argentina con un triple de 10 metros cuando sonaba la chicharra final; en aquel equipo jugaron ocho de los actuales integrantes del seleccionado de Magnano. Y en el Mundial de Grecia algo parecido hizo Alfonso Reyes, de España: clavó otro triple increíble que nos dejó fuera de los cuatro mejores.
Hay más ejemplos, pero lo importante es que hoy y mañana puede ser cualquiera el rival: Puerto Rico, Canadá, Brasil. No importa. El gran gigante es el de la historia de derrotas clave. Esas que separaron el aprobado del excelente.
"Tenemos que dar ese diez para el peso que siempre nos hace falta" , dijo Emanuel Ginóbili. Hoy como nunca, el seleccionado cuenta con suficientes armas como para destruir a esas brujas y fantasmas que pueden haber viajado hasta aquí.
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