Opinión. Positivos vientos de cambio
CORDOBA.- Así como hace dos años afirmamos que la final de la Liga Nacional no debía jugarse en la Bombonerita por una cuestión de capacidad de público, espacio en el piso y seguridad, es lógico que hoy deba elogiarse la valiente decisión de Atenas, y especialmente de su presidente, Felipe Lábaque, de mudarse del estadio Polideportivo (3500 personas) al amplio, cómodo y acondicionado Orfeo Superdomo, con unos 20.000 espectadores.
Para valorar el coraje y la actitud empresarial de los directivos cordobeses debe resaltarse un hecho puntual que pudo afectar directamente el aspecto deportivo: la cancha, específicamente, y su entorno más cercano, se parecen mucho al del Polideportivo de Mar del Plata, en el que Peñarol actúa como local desde hace varios años. Por eso, el tema clave previo al comienzo de la serie fue preguntarles a los protagonistas, y específicamente al técnico Rubén Magnano, si se sentían locales. "En el estadio sí, en la cancha no sé", dijo el coach, antes del primer juego.
Pese a que no quedaron dudas de que los simpatizantes cordobeses hicieron sentir a Atenas como en su casa, por el entusiasmo y el fervor con el que alentaron, lo cierto es que a los jugadores les costó familiarizarse con el nuevo escenario. Cuando Boca perdió en el Luna Park la final con Atenas (4-0), las críticas a sus dirigentes fueron muchas y por eso los que tomaron la posta hace dos años no quisieron arriesgarse a dejar la Bombonerita.
Esas mentalidades mezquinas, que no advierten el beneficio general que le significa a la competencia jugar las finales en lugares adecuados y confortables, no se repitieron ahora gracias a los dirigentes cordobeses, que algo de experiencia tienen en esto y entienden muy bien cuál es el negocio.
Pero el problema de los estadios en la Liga comenzó hace 25 años, con el nacimiento del torneo. Tanto es así que el propio presidente de la Asociación de Clubes, Eduardo Bazzi, señaló aquí: "La infraestructura de los estadios es nuestro talón de Aquiles desde 1984. Pero también es un problema de todo el país. Por eso, nunca pudimos traer un equipo de la NBA a la Argentina, pese a que las conversaciones las iniciamos en 1992". Y agregó: "Los clubes hacen mucho esfuerzo por mantenerse en la Liga y es injusto exigirles más".
Aunque tenga parte de razón, también es verdad que los dirigentes de los clubes pocas veces piensan en dedicar dinero para infraestructura; todas las apuestas son para conseguir los mejores jugadores y la mayor cantidad de títulos, muchas veces rompiendo el mercado con el pago de sueldos imposibles de amortizar y generando deudas que llevan al abandono de la competencia. Si la Liga se juega o no en grandes estadios, depende estrictamente de los dirigentes. Por eso, cuando hacen lo correcto, como Lábaque en Córdoba, debe ser resaltado.
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