Una final con ansiedad, rebotes y baja eficacia
Atenas recibirá hoy en el Orfeo a Peñarol, que gana la serie 2-1, en el 4º playoff de una definición que no luce
Por Miguel Romano
De la Redacción de LA NACION
Aunque sólo se disputaron tres partidos de la gran final de la Liga Nacional que sostienen Peñarol y Atenas, cuya serie (2-1) continuará hoy, desde las 21, en el estadio Orfeo, de Córdoba, ya puede trazarse un primer balance y exponer algunas conclusiones significativas.
La más concreta indica que hasta ahora el equipo que dominó los rebotes ganó el juego. Los marplatenses triunfaron en los dos primeros (82 a 69 y 64 a 60) tras conseguir una buena diferencia bajo los aros: 44 a 25 y 38 a 29, respectivamente. En tanto que anteanoche los cordobeses obtuvieron su primera victoria (75 a 63) ganando los rebotes 43 a 38.
Pero no se trata sólo de eso. Si se suma la cantidad de rebotes de ambos equipos (81 anteanoche y más de 67 en los juegos anteriores), queda como evidencia que ambos fallaron demasiado en sus ofensivas y que, como se dice popularmente, abollaron los aros . Para mucha gente (protagonistas incluidos), esto implica que las defensas fueron efectivas. Una verdad a medias porque buena parte de la responsabilidad de abollar los aros le corresponde a la ansiedad que dominó la mayoría de las ofensivas.
Anteanoche, el partido arrancó con un concierto de triples. El que tomaba la pelota tiraba de tres en el comienzo de cada posesión del balón, sin cumplir con lo planeado. Y la tendencia no decayó. Lanzaron 53 triples con pobrísima eficacia: 9 de 30 (30%) Atenas y 6 de 26 (23%) Peñarol. Un detalle que, además de ansiedad o nerviosismo, denota poco (o nulo) respeto por la táctica que imponen los entrenadores: ni Sergio Hernández ni Oscar Sánchez ordenaron tirar triples.
La consigna del DT de Peñarol fue buscar el juego interno con Martín Leiva, y la de su colega de Atenas, intentar penetrar y descargar.
A los dos equipos les faltó en toda la serie, y especialmente en el 3er cotejo, mejor elaboración de los ataques y mayor disciplina táctica. Ninguno alcanzó aún su mejor nivel de juego colectivo. Es indudable que falta paciencia y seguridad. Quizás estén fallando los bases, los encargados de conducir, imponer los sistemas, ordenar y marcar los ritmos.
Casualidad o no, Tato Rodríguez, base de Peñarol, perdió protagonismo ante la gran actuación de su suplente, Facundo Campazzo, la figura del primer playoff, que ahora, cada vez que entra, cree que será nuevamente el salvador del equipo; mientras que en Atenas Juan Pablo Cantero le quitó la titularidad a Juan Pablo Figueroa, también luego del partido inaugural de la serie, lo que por momentos parece provocar una competencia interna (anteanoche, entre los dos tiraron 13 triples).
Para colmo, ambos fueron citados por Hernández (¡vaya paradoja!) para la preselección del Mundial y pelearán allí también por el puesto de suplente de Pablo Prigioni. Esas inestabilidades en la conducción parecen transmitirse y contagiar al resto, que no encuentra la brújula para levantarle el nivel a esta final de muchos triples y pobre eficacia, en la que recuperar el rebote tras un mal tiro parece ser la clave del triunfo por ahora.
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