Básquetbol / La NBA. Una serie apasionante en la que todo puede suceder
El primer duelo entre los Spurs y Phoenix fue desgastante; pese al triunfo, el campeón tiene mucho que mejorar
No es habitual que en la primera rueda de los playoffs de la NBA haya más de dos días de diferencia entre un partido y otro, especialmente cuando se juega en una misma ciudad. Puede haber tres días cuando se incluye un traslado de ambos planteles para cambiar de sede. En el caso de San Antonio y Phoenix, la distancia será de 54 horas y media. Se enfrentaron anteayer a las 16 y volverán a chocar mañana, a las 22.30 (hora de la Argentina).
Traducido esto en términos de descanso para una primera batalla desgastante, que duró más de tres horas, incluidos dos suplementarios y un tiempo real de juego de 58 minutos, puede afirmarse que para el equipo más veterano de la temporada, los Spurs, claro, la diferencia entre el primero y el segundo encuentro es oro en polvo. Nunca nada mejor para relajar músculos de hombres de 30 años o más que jugaron casi 50 minutos, especialmente Tim Duncan (51m), Michael Finley (48m) y Manu Ginóbili (45m).
Esta primera conclusión sobre el memorable primer partido de los cuartos de final del Oeste que concluyó con la magnífica victoria de San Antonio por 117 a 115, tras una espectacular definición de Manu, es una ventaja que apunta sólo al aspecto físico.
Quedan por considerar los detalles tácticos, que pueden ser tanto o más valiosos que la reserva de energías de uno y otro. Y el primero tiene que ver con la irregularidad del campeón vigente, que después de abusar del juego individual, que lo llevó a perder por 16 puntos, recobró la memoria y se transformó en el conocido equipo de juego dinámico, de pases constantes y tiros no forzados. El mismo cambio apareció en la defensa, donde hubo mayor movilidad y sacrificio. Una lección que se supone los Spurs ya debieron de haber aprendido, pero que evidentemente olvidan asiduamente desde hace unos meses.
La segunda consideración táctica surge de un arma del oponente que San Antonio necesitará desactivar urgentemente si no quiere sufrir tanto: la conexión Steve Nash-Amare Stoudemire. Si es evidente que el canadiense es uno de los basquetbolistas más difíciles de controlar y que Tony Parker es el que peor lo defiende, al menos hay que impedir la recepción del balón de Stoudemire. Esa es una clave decisiva.
Aunque después de una definición tan ajustada como la de anteayer los aspectos puntuales destacables son muchos más. Por ejemplo, hay que recordar que Stoudemire y Shaquille O Neal jugaron condicionados los dos suplementarios por estar cargados de faltas. Razón clave para el debilitamiento defensivo de los Suns en el último tiempo extra. Una permeabilidad que Manu supo aprovechar con sus penetraciones hasta liquidar brillantemente el duelo.
Y también hay que recordar que San Antonio ganó porque Finley acertó un triple fantástico a 15 segundos del final de tiempo reglamentario; que Duncan hizo un milagro con el otro triplazo increíble y que Phoenix falló por poco en sus dos ofensivas finales. Si el tiro de Boris Diaw entraba -pegó en el aro y salió-, sobre el epílogo del primer suplementario, hoy la serie estaría 0-1.
En lo psicológico, el éxito del campeón pesa mucho porque le demostró al rival que tiene experiencia, agallas y fortuna para ganarle, incluso jugando por debajo de su nivel; pero cuánto vale si se analiza que el perdedor hizo un partidazo y estuvo a punto de ganarlo dos veces pese a jugar como visitante.
La sensación es que esta final se perfila para definirse en los últimos segundos y con un tiro increíble, pero no hay un playoff igual a otro, ya se sabe, y todo -más que nunca todo- puede suceder mañana entre San Antonio y Phoenix, hasta ahora, la serie más apasionante.
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