Ruiz-Joshua: un desquite entre talibanes, millones y turbantes
El otrora astro del boxeo británico Nassem Hamed, aquel campeón que con la flexibilidad de un mimbre silvestre de 57 kilos seducía con sus piruetas en el ring, aferrado a sus principios arábigos de sangre yemenita, emitió una declaración que parecía absurda cuando el 28 de septiembre de 2018 se llevó a cabo, por primera vez, un título mundial de boxeo en los Emiratos Arabes: "Bendiciones, este es el inicio para tener aquí los mejores combates".
Pocos le dieron crédito a aquellas palabras de ese Hamed, un ex atleta burgués de casi 100 kilos de peso dibujados en una silueta difícil de reconocer, tras la victoria del ascendente inglés Callum Smith sobre George Groves, en el final del certamen Súper Series Mundial, que repartió 10 millones de dólares en peso supermediano. La ciudad de Jeddah fue la sede de este acontecimiento y aparentaba no prosperar en la industria pugilística.
Sin embargo, el promotor Eddie Hearn, sorprendió a todos con el gran anuncio de los últimos días: "La gran revancha entre Andy Ruiz y Anthony Joshua, por el campeonato mundial de los pesados, se llevará a cabo el 7 de diciembre próximo, en la ciudad de Diriyah, en Emiratos Arabes. Punto final".
Ruiz esbozó alguna tibia protesta por su ilusión de ser local en América. Joshua solo atinó a litigar con el excampeón británico Lennox Lewis por celos nacionalistas y los hombres del negocios se dedicaron a investigar a Omar Khalil, el inversor petrolero que respaldará a los organizadores a través de su empresa Skill Challenge Entrainment, una "marca" sin presencia en el gran mercado.
Los contratos para una revancha directa fueron firmados previo al sorpresivo desenlace del 1 de junio pasado, cuando Ruiz vapuleó a Joshua, en Nueva York. Y la sede fue un derecho reservado en favor del promotor.
Llevar este título a los Emiratos Árabes no suma. Al contrario, le resta pasión y naturaleza a las grandes revanchas históricas, consumistas al por mayor. De ruido, de vida y de acción. El contorno de este desquite ameritaba dos opciones: el estadio de Wembley, con 90.000 espectadores o los casinos de Las Vegas, como en años dorados.
El resumen del combate entre Ruiz y Joshua, en junio pasado
Los hábitos religiosos y las costumbres de vida islámicas distan de todo el color, el "tufillo" y los agregados – puros y "non santos", que acompañan a este ambiente. Hay una gran distancia entre lo que fue un experimento turístico-deportivo con una gran puja como esta.
Más allá del revisionismo técnico y estratégico sobre lo que deberán mantener Ruiz y Joshua para repetir una gran pelea, comienza a inquietar el vocabulario aplicable a los futuros comentarios: "Salafismo, talibanes y restricciones de género". Algo ajeno a este ámbito. Ni siquiera vivido en aquellas excursiones estrambóticas de Muhammad Alí, para pelear con George Foreman y Joe Frazier, en Zaire o Filipinas, en los auges dictatoriales de Mobutu o Ferdinando Marcos, en la década del 70. Esto es distinto. Es otra cosa.
La gran revancha tiene fecha y un escenario inesperado. Tan sorpresivo como todo lo que rodeará al boxeo el último semestre. Tal es así, que un inglés, representante de los campamentos gitanos europeos, Tyson Fury, ex campeón mundial, será el animador central de los festejos ligados a la Independencia de México, el 14 de septiembre próximo, en Las Vegas, peleando con el invicto sueco Otto Wallin, en el majestuoso T-Mobile Stadium.
Así se mueve el boxeo de estos días. Con variantes que cuesta asimilar.
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