Cómo se vivió en el País Vasco un partido especial para Barcelona, un día después de la declaración de la Independencia
Curiosamente no hubo festejos ni grandes demostraciones de afectos de los hinchas de Bilbao, una ciudad que desde hace tiempo sostiene su propia lucha. Los temores de que Messi volviera a amargarlos finalmente se concretó.
BILBAO.– Faltan casi diez horas para el partido que disputarán el Athletic Bilbao contra el Barcelona y en La Boca del Lobo, uno de los cientos de bares que rodean el imponente estadio de San Mamés, ya hay parroquianos ansiosos, no muchos, es verdad, esperando el match. En una de las paredes cuelga un cuadro con una camiseta dedicada especialmente al bar y autografiada por todo el plantel que le otorga cierta legitimación a este sitio. El partido será especial: el primero que dispute Barcelona desde la declaración de la Independencia.
El anuncio del president Carles Puigdemont no tuvo repercusiones en esta ciudad pujante, donde los nuevos edificios de diseño conviven con joyas arquitectónicas de antaño. Contra lo que podríamos pensar, dado que el País Vasco ha luchado durante años por su independencia, no hubo ni festejos, ni adhesiones, y tampoco fue, ni siquiera, un tema de conversación.
Acá, en este bar, poco importa si habrá cánticos desde las tribunas contra Rajoy, ni se le otorga, tampoco, una importancia de carácter histórico. Lo que importa es que Barcelona no gane por goleada. Hay un ánimo bastante alicaído por el presente futbolístico del equipo y una preocupación seria, muy seria, por el próximo derby con el Real Sociedad. “Si seguimos así, pues mejor ni presentarse”, le dice el dueño del bar, un treintañero que sirve las cañas con la 22 de Raúl García, a Borja, otro habitué mucho más joven. Saben que el San Mamés ha sido un estadio siempre difícil para el Barcelona. Pero de todos modos hay un temor, premonitorio, por lo que pueda llegar a hacer Messi. “Ese enano nos hace siempre lo mismo”, dice Borja. “Se queda transitando la cancha, parado casi todo el tiempo, un poco a desgano. Y de repente frota la lámpara, se ilumina, y te la manda a guardar”, dice. Y pide una caña más.
Como si fuera un relato de Nick Hornby, o de Fontanarrosa, beben y añoran el viejo estadio de San Mamés. Y no sólo la mística de las tribunas: “Cuando entrabas por la puerta y veías el color de la hierba, te dabas cuenta de que era un verde que no había en ningún otro estadio. Era algo diferente, tío. Era un color suerte, a naturaleza. Ahora todos los campos de juego son iguales. Aquello era especial”, evoca.
Cerca de la hora del partido, las callecitas que rodean al San Mamés se convierten en ríos de gente, que viene y que va. No hay casi nadie que no tenga un vaso en la mano, se multiplican las camisetas albirrojas de la afición y hay un clima de fiesta. Se escucha, desde una mesa, cantitos a favor del Barça y gritos por Cataluña libre. Fran, un joven aficionado que llegó desde Barcelona y que suele ir a cada partido en el Camp Nou, celebra la coincidencia de que el primer partido luego de la declaración de la Independencia sea aquí. “Es una afición con un sentimiento independentista con respecto a España, y en ese sentido siento que estamos hermanados”, asegura.
A espaldas de la característica pantalla del San Mamés, Enrique, un veterano oriundo de Portugalete, luce su remera del Athletic, pero carga con una bandera de Cataluña. “Me parece que todos los vascos debemos solidarizarnos con Cataluña. El sentimiento de que los pueblos sean libres es un sentimiento compartido por los vascos y los catalanes. Ahora, claro, yo soy del Athletic. Eso se lleva en los genes. Y de todos los equipos de aquí. Pero por otro lado, lo que sentimos es que si la Liga la tiene que ganar alguien, entre Barcelona y Real Madrid, definitivamente preferimos que la gane Barcelona”.
Agustín Benito, un reconocido periodista de la Euskal Telebista, la Radio Televisión Vasca, entiende la relevancia del encuentro. “Estamos asistiendo a un partido «histórico», porque hoy es el primer encuentro del F.C. Barcelona como equipo de una comunidad que ayer se declaró como república. Hoy es un territorio amigo para los culés, porque también aquí, en el País Vasco, ansiamos algo parecido. Esperemos que llegue. Mientras tanto, nos tenemos que conformar con lo que hacen los catalanes”, afirma.
En el estadio, a la izquierda de uno de los arcos, la fracción más radical de la hinchada del Athletic, bajo la bandera de Iñigo Cabacas Herri Armalia, es la punta de lanza del aliento para el equipo. Pero allí, justo desde el riñón de la afición, se alzan distintas variantes de la bandera catalana, la Estelada (a rayas rojas y amarillas), que celebra la autonomía, y la Senyera (con el triángulo azul), que alza ideales anticonstitucionales.
Como si fuera el guión que escribió Borja por la mañana, en el bar, Messi no se muestra demasiado activo. El San Mamés se le impone como un estadio difícil al Barcelona, que estrella dos tiros en los palos, pero está lejos de lograr el dominio absoluto del juego. Sin embargo, Messi se enciende, hace lo suyo y Barcelona se va al descanso con un gol de ventaja. En el segundo tiempo, el Athletic se lo lleva por delante y el empate está rondando la esquina. Pero en el ocaso del partido, en una contra que maneja Messi, otra vez, llega el gol definitorio. El que sella la primera victoria del principal equipo de esa nueva República que el estado español entiende como ilegal. La dimensión histórica de este partido la sabremos, quizás, en unos años. Yo pienso en Borja, en su amigo fontanero, en la hierba del viejo San Mamés y en su justificada preocupación por el Derby que se avecina.