Cómo se vivió la final del Mundial Rusia 2018 en Zagreb: cuando el orgullo y el amor son más fuertes
(ZAGREB) Croacia no ganó la final de la Copa del Mundo . Ya lo sabemos. Pero en Zagreb, la gente celebró casi con la misma alegría que si hubiesen ganado. Es que el pueblo quiso expresar su agradecimiento a un seleccionado nacional que ilusionó al país entero, que lo hizo sentir orgulloso y digno. Un seleccionado que cosechó simpatías en todo el mundo.
Desde el comienzo del Mundial nunca se vieron actitudes triunfalistas. Por el contrario, los medios reflejaron cautela y optimismo. Cuando Croacia enfrentó a la Argentina (aquel triste 3-0 del pasado 21 de junio), la pregunta del millón en las emisiones televisivas era: "¿cómo hará Croacia para pararlo a Messi?". La mayoría, dejando de lado especulaciones técnicas, contestaba que en la garra y la organización de su equipo estaba la clave para el desafío frente al mejor jugador del mundo. Y justamente porque no hubo actitud triunfalista, la gente en la calles hoy tampoco se vio derrotada, no se vio enojada despotricando amargamente contra el resultado adverso, ni siquiera frustrada o decepcionada reflejando ese paisaje habitual de las derrotas con gente llorando. Por el contrario, mostraron una cara satisfecha, cantando y bailando con euforia celebrando el puesto logrado, bandas de música tocando en vivo, cientos de autos paseando los colores croatas al son de las bocinas, monumentos adornados con la parafernalia y el cotillón típico de los mundiales de fútbol.
"¡Somos los segundos mejores del mundo! Estamos un poco decaídos… pero sólo por un rato" comentó un hincha a esta cronista en un bar del centro. "Pero superaremos el mal trago porque el orgullo es más grande y porque mañana tenemos que recibir a nuestros jugadores como los héroes que son, con los brazos abiertos. Y cuando eso pase -se le iluminó la mirada debajo de una bandera que usaba de capa-: ¡Zagreb va a estallar de la emoción!"
En efecto, Zagreb estalló de la emoción varias veces en las últimas semanas porque de por sí es una ciudad llena de vida, plagada de bares, pubs, restaurantes y cafés, de puntos de encuentro muy agradables, con mesas y juegos de living bajo toldos y sombrillas a cada paso, en cada plaza y parque de la capital, en las cuadras y cuadras de calles peatonales con las "terrazas" animadas donde transcurre la atractiva cultura del espacio público tan característico de Croacia. Les encanta vivir afuera, de modo que, como no podía ser de otra forma, las multitudes envueltas en banderas cuadriculadas rojo y blanco, se dieron cita frente a cantidades de pantallas gigantes en el centro histórico en una inmejorable tarde de verano.
"Somos un país pequeño, pero el segundo de la historia en jugar una final mundialista" -se apresuraba otro hincha en aportar datos estadísticos para recalcar un mérito de su seleccionado que consideró fundamental para esta columna de lectores argentinos. "Eso no quiere decir que el fútbol no sea parte de nuestras vidas. ¡Todo lo contrario! Lo es tanto que justamente es en el fútbol donde más se expresa la rivalidad que aún subsiste entre Serbia y Croacia después de la guerra."
"Nosotros somos así -agregó con apenas un hilo de voz que le quedaba después de gritar los goles un camarero que traía un café (probablemente el único de una tarde en la que primó la cerveza y todo tipo de alcohol). "Los croatas amamos esta euforia colectiva… salir a la calle y encontrarnos así" dijo mientras contemplaba la fiesta a su alrededor y se aclaraba la garganta acomodándose su moñito al cuello. "¿Qué es para usted lo más interesante que le deja esta Copa del Mundo?" le preguntó la cronista de LN. "Este fenómeno que nos une. Normalmente los croatas -reflexionó el camarero- estamos pendientes de los demás, de lo que pasa en otros países más grandes, de los turistas, de los extranjeros… No nos miramos mucho entre nosotros mismos. Y esto que ha pasado ahora, es una experiencia única que nos marca para el resto de nuestras vidas" concluyó con los ojos llenos de lágrimas señalando la pantalla en la que se veía a la Presidente Kolinda Grabar-Kitarovic abrazando a sus gladiadores croatas debajo de la lluvia en Moscú.
Cuando el partido terminó, todo el mundo se puso de pie y Zagreb estalló en un aplauso unánime para sus jugadores. Un aplauso incluso más intenso que cuando festejaron los goles, simplemente porque el orgullo y el amor, esta tarde habían sido más fuertes."
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