Con actores previsibles
De regreso en el ocaso de la temporada -como no ocurría desde 1995- y con un formato excesivamente "generoso" en participantes (ocho seleccionados divididos en dos zonas clasificatorias), el Campeonato Argentino de rugby ingresa, a partir de pasado mañana, en el terreno de las semifinales, con los cruces entre Buenos Aires y Córdoba y Tucumán v. Rosario.
Candidatos previsibles, al margen de las peripecias de los cordobeses, que sufrieron hasta la última fecha y que necesitaron de una gran mano de los mendocinos (vencieron a Mar del Plata, en Parque Camet, por 16-6) para llegar a esta definición con sólo un triunfo y dos derrotas en la rueda preliminar.
Una pena lo sucedido con los marplatenses, a quienes indudablemente les pesó la obligación de ganar ante los cuyanos, presiones que no habían sufrido en sus alentadoras producciones ante Tucumán (a pesar de la derrota por 32-23) y frente a Córdoba al que vencieron como visitante en un atrapante encuentro por 38-33, partido en el que mostraron una dosificada combinación de forwards combativos y backs hábiles, rápidos y letales en la resolución.
La clasificación de Mar del Plata hubiera significado un poco de aire fresco para un torneo que necesita de incentivos. Y para Córdoba -tricampeón argentino en 1995, 1996 y 1997, y subcampeón en 1998- la eliminación hubiese representado otra muestra de una paulatina declinación que se venía advirtiendo en sus clubes, los que más allá de algún matiz distintivo exhiben fortalezas en el juego profundo de los forwards, pero indisimulables debilidades cuando deben administrar la pelota y trasladarla manualmente hacia los laterales.
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Después de tres actuaciones con desniveles, pero con goleadas, Buenos Aires parece haber encontrado su orden colectivo. Ante Rosario se floreó y no tuvo el menor signo de piedad frente a un conjunto demasiado permisivo, con escasísimo apego al tackle, muy tibio en las situaciones de contacto y extrañamente lento para llegar a los agrupamientos. En favor de los rosarinos queda un consuelo: difícilmente vuelvan a ofrecer tantas licencias como el sábado último.
Incluso quedó la sensación, aun después del 76-20 frente a los rosarinos, que Buenos Aires puede dar un poco más. Y por lo pronto debería aplicarse en no cometer infracciones, acaso el mayor déficit que puede distinguirse en el conjunto que tiene como hombre indispensable a Nicolás Fernández Miranda, como fogoneros a Santiago Phelan y Rimas Alvarez, como rematador implacable al promisorio wing de Pucará Lucas Borges y como singlistas de lujo para una sociedad en ciernes a José Orengo y Martín Gaitán.
Así como Buenos Aires terminó arriba en el Grupo A con puntaje ideal, Tucumán lo imitó en la Zona B y asoma como el enemigo más encumbrado de los bonaerenses. ¿Cuáles son sus mayores avales? Recuperaron agresividad en el pack -aspecto en el que se destaca Leopoldo de Chazal-, después de algunos años de estatismo manifiesto (por vicios de su competencia interna y aburguesamiento) consiguieron amoldarse a la dinámica con la cual hoy hay que jugar y tienen indudable poder de fuego por afuera, con tres cuartos veloces como Pfister y Gravano o fuertes como Pablo García Hamilton y José Núñez Piossek. La gran contra de los naranjas es, sin embargo, la falta de equilibrio: por momentos rinden a pleno, lucen compactos, y de a ratos se convierten en una formación errática, caótica y totalmente permeable.