Darle sentido a la vida
La idea es ponerle punto final a la semana con algo positivo, al menos en el mundo del deporte; no es fácil; después de todo forma parte de la cotidianidad -en la que estamos todos comprometidos- que no es necesario que se la cuente: nos abruma; pero sigo adelante. Pese a todo, creo que todavía hay mucha gente que suma y no resta; y con los mismos padecimientos de los que restan y no suman; en el deporte, como en todos los ámbitos. Empiezo con los temas que restan, aunque parezca lejana y olvidada por la mediatización de las noticias: la agresión al periodista Lito Pintos, el domingo último en la confitería del Monumental en ocasión del partido River-Boca; con una agravante: nadie de River o algún organismo de seguridad salió al cruce -al menos con alguna disculpa- frente al impune atropello; no dudo: por la confitería de River, cuando otra vez haya partido, andarán rondando los agresores.
Y sigo: en Italia fue una semana movida -y se avecinan muchas más- sobre Juan Sebastián Verón, que da gusto verlo en una cancha acariciando la pelota con los botines; no seré yo quien dirá la verdad de tanto desatino con un cambio de nacionalidad para ir detrás de una transferencia millonaria -pasó de Parma a Lazio en alrededor de 30 millones de dólares por esa cuestión de los cupos para los futbolistas extranjeros-; en todo caso será él y la gente que lo rodea quienes lo explicarán en la Justicia; yo sólo me pregunto cuál es el ejemplo para los chicos que lo tienen como modelo, en el mejor sentido de la palabra.
Ya que estoy remató el tema; no entiendo -nunca lo entenderé- eso del cambio de nacionalidad por una cuestión de cupo; para mí, taurino al fin, el talento es universal; y más en el caso de italianos o argentinos; o con los españoles; nos unen muchas cosas; hasta nuestra propia sangre...
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Como la esencia de esta columna apuntaba a las cosas positivas -de ninguna manera para escaparme de la realidad- vuelo imaginariamente a Sydney, donde hombres y mujeres -atletas al fin- piensan en nuevas marcas, en récords -todo sobre la base del esfuerzo-, en los Juegos Paralímpicos que se realizan en Australia. De pronto, en el resumen de la segunda jornada -que se cuenta en la contratapa de esta edición- advierto que el norteamericano Marlon Ray Shirley marcó 11s31 para los 100 metros; el joven nació en Utah y corre con una pierna ortopédica.
No digo nada más porque no tenemos demasiados datos de Shirley, ni con Internet de por medio; y no me pregunten por qué; de todos modos me atrevo a decir que hasta no hacen falta; verlo en algún flash de la TV o una fotografía de una agencia internacional -no más-, es suficiente; Shirley disfruta y es feliz; corrió en el mismo estadio de Homebush Bay, de Sydney, el escenario en el que lo hicieron recientemente otras estrellas del atletismo como Maurice Greene o Marion Jones, por nombrar a algunos.
Naturalmente que no lo conozco a Shirley; tampoco a los cientos de atletas que están en plena competencia de los Paralímpicos; pero sé que ellos -todos- les dan otro sentido a la vida; o el que corresponde: vivirla; yo los admiro. Ahora estoy feliz porque creo que encontré la manera de ponerle punto final, en positivo, a la semana deportiva; y eso que mucha gente aportó bastante para que no sea así...