De la emoción al caos
El arribo de las Leonas fue opacado por un desbande general en Ezeiza; quisieron robarse la Copa del Mundo y en la confusión hubo arrebatos
“Es una lástima, porque no pudimos disfrutar a pleno de esta alegría. Fue una locura; todo eso nos arruinó la bienvenida. Me tuvieron que sacar con ocho custodios”, decía Vanina Oneto con una mezcla de euforia, tristeza y bronca. No era para menos, su padre y su marido, además de Mercedes Margalot, fueron dos de las tantas personas víctimas del tristemente célebre escruche argentino. Cadenitas por acá, billeteras por allá y celulares por aquel lado; los cacos se hicieron dueños de la tarde en Ezeiza y se aprovecharon de una pasión que dio pie al descontrol en la llegada de las Leonas campeonas del mundo a nuestro país. ¿Una explicación? El ex capitán del seleccionado argentino de hockey, Marcelo Garrafo, dio una respuesta: “¿Qué querés? Las chicas llegaron a la Argentina. Y así estamos, ésto es lo que somos”. Ah, en medio del caos, intentaron robarse la Copa del Mundo.
“Fue una situación horrible... Teníamos miedo y nos dijeron que estaban robando. Fue un desastre. Después nos alteramos y nos peleamos entre nosotrasi porque no sabíamos qué hacer... Después de dar tanto por tu país y ver esto es una frustración”, agregó Soledad García.
La tarde pintaba linda, daba para ilusionarse con un arribo lleno de emoción y de un agasajo más que merecido. Más de 300 personas esperaban el arribo de las chicas en la calle lateral del espigón de Aerolíneas Argentinas, donde se haría la conferencia de prensa (allí mismo donde se recibió al seleccionado de basquetbol subcampeón del mundo en Indianápolis). El bullicio era terrible; los chillidos de las chicas quinceañeras amantes del hockey se mezclaban con el potente bombo político-futbolero de Tula; Raúl, de 80 años, vestido de gaucho, se sacaba fotos con tres niñas de Belgrano Athletic. Poco merchandising dando vueltas, raro en estos acontecimientos. Una grúa se elevaba sobre la muchedumbre y tres operarios se agachaban sin suerte para ver algo en el salón VIP.
Adentro todo era distinto, algo de calma había. Claro, hasta que se abrió la puerta del fondo por donde ingresarían las Leonas. Los innumerables medios periodísticos que jamás terminaron de acomodarse (y de pelearse entre sí por una mejor posición) aumentaban el clima de tensión. Los insultos de viva voz, amenazas, etcétera, hacían que los familiares y amigos de las jugadoras miraran azorados y con algo de susto. Encima, a unos metros, la presión de la gente era cada vez más fuerte y los seis guardias privados de Aeropuertos 2000 que intentaban contener la masa comenzaban a ser desbordados.
No se veía nada; todos daban vueltas sin saber bien dónde ir; de pronto, Mariela Antoniska aparece y estallan los primeros aplausos; entra la capitana, Karina Masotta, con la Copa del Mundo en la mano, se acerca a la valla de contención y la levanta; Cecilia Rognoni mira con los ojos bien abiertos y no puede creer lo que ve; Soledad García se asoma y busca alguien que sólo encontraría un par de horas después. Arranca la conferencia. Vigil pide más volumen en el audio, el conductor de la charla se ve desbordado por la situación. Las chicas llaman por micrófono a Papulín, el utilero que no pudo viajar a Perth, pero Papulín no aparece, o, al menos, le resultó imposible llegar hasta allí.
Hay una pregunta. Inés Arrondo dice que jamás olvidará el gol a Holanda en la final; Cecilia Rognoni aclara que el premio a la mejor jugadora del mundo es del equipo y otra chica dice que pusieron hue..., ovarios, según se corrigió enseguida. Hablaba Cachito Vigil, y antes de que concluyera su primer concepto, todo terminó abruptamente.
La gente empujó más fuerte y se rompió una puerta; los encargados de la seguridad fueron pasados por arriba y, de repente, ingresaron unas 50 personas, Tula incluido, bombo incluido. Hubo corridas y se cayó el cartel de publicidad que estaba detrás de las Leonas; las jugadoras se levantaron y se fueron. Otra marea humana sobrepasó los controles y esta vez entraron todos; las chicas se vieron acorraladas.
Allí intervino la Policía Aeronáutica Nacional (PAN), que no había sido contratada por los organizadores, e hizo subir al plantel argentino a un ómnibus que lo trasladó al hangar más lejano; allí, las jugadoras estuvieron dos horas recluidas mientras se intentaba restablecer la armonía. Sus familiares estaban desconcertados, no sabían qué pasaba; cuando el plantel regresó en el ómnibus, los allegados tuvieron que rescatar, literalmente, a las jugadoras, para indroducirlas en distintos automóviles con destino a casa. Sólo cerca de las 22 encontraron algo de tranquilidad.
Dos detenidos
Por los arrebatos, la Policía Aeronáutica Nacional detuvo a dos personas, ambas cercanas a los 60 años. Uno llevaba traje marrón y otro jogging y un gorrito de la Argentina; los reconoció Andrés Findor, marido de Vanina Oneto, uno de los damnificados.
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