Después de la tensión, Brasil apuesta al relanzamiento
La presión, se supone, reaparecerá en el próximo cruce, contra la admirable Colombia de José y de James
BELO HORIZONTE.- Parecen estar dentro de una burbuja, pero no. Es una media pelota de fútbol acristalada, ubicada muy cerca de la playa, en Rio de Janeiro, que funciona como estudio de TV. Parecen estar dentro de una burbuja ellos cuatro, pero no. Analizan el fútbol desde una lógica, la historia, y una experiencia, la de ellos mismos, que más allá de lo que hayan hecho con sus vidas después, es difícil de comparar. Allí están, dándole forma al programa "E Campeao", de la señal Sportv, nada menos que el brasileño Carlos Alberto, el alemán Lothar Matthaus, el italiano Favio Cannavaro y, sí, Daniel Passarella, el único argentino que puede acreditar haber sido campeón del mundo dos veces. (este dato queda, más allá de su fatal y paupérrima presidencia en River).
Debutaron anteanoche, justo después de la dramática clasificación de Brasil para los cuartos de final, cuando el Mineirao todavía vibraba por lo cerca que estuvo de convertirse en el Mineirazo.
Sin embargo, los cuatro aplicaban la lógica de la historia, y no la del presente, para analizar el futuro. "Yo veo una final Brasil-Argentina", dijo Passarella, llevando un poco más allá el pronóstico que había hecho Carlos Alberto: "Los cuatro semifinalistas serán Brasil y Alemania, Argentina y Holanda". Matthaus se sumó, arriesgando por su selección en ese mano a mano y el pobre Cannavaro, que no tenía camiseta que defender aprobó la moción generalizada.
Ninguno de ellos, que de esto debe saber, fundamentó su pronóstico en lo visto esa misma tarde y todavía no habían visto lo que sucedería con Holanda unas horas después. Brasil, futbolísticamente, fue nada, hasta hacerlo perderse en esa peligrosa mezcla de carencia de juego y exceso de presión al propio Neymar, que reapareció cuando tuvo que reaparecer, junto con Julio César. Al día siguiente, lo expresó mejor que nadie Marcelo, uno de los peores, con una crudeza fuera de la común: "Emocionalmente, estaba todo el mundo muerto", dijo, en TV Globo. "Todo el mundo corrió mucho, luchó. Fue un test, sufrimos de más en el campo. Pero, cuando conseguimos ganar, fue una alegría inmensa".
El desafío de Brasil es transformar esa alegría, ese desahogo. Porque la presión, se supone, reaparecerá en el próximo cruce, contra la admirable Colombia de José y de James. A Brasil la historia lo avala: se recuerda perfectamente lo que sucedió en Japón 2002, cuando después de una primera rueda muy floja llegó al título de la mano de Ronaldo. Pero aquí hay varias diferencias. Una, claro, es que está Fred con la camiseta de Ronaldo. Otra, que no está en Japón, sino en casa. Tal vez por eso, Felipao dejó algunas frases inquietantes, sobre las que tal vez relance a este equipo. "En el banco estábamos pensando que fuimos muy cordiales con los adversarios que han venido a Brasil. A lo mejor no tenemos que tolerar que nos estén atacando y vuelva a mi estilo antiguo. Estoy siendo bastante educado, pero no sé cuánto tiempo me va a durar", dijo, sobre él y sus jugadores. Y, por supuesto, no dejó de pasar la oportunidad de apuntar a los árbitros, justo cuando en el Mundial se empieza a competir por la "victimización" como en el más proletario de los torneos locales: "Los árbitros está un poco reticentes con Brasil y no sabemos si vamos a ser campeones, pero ya nos estamos preocupando un poco por este tema".
Aún clasificado, quiso remarcar el gol anulado a Hulk, por las dudas. Al día siguiente, sería el entrenador mexicano Herrera, él sí eliminado, el que seguiría el mismo camino, quejándose por el penal sancionado por la falta de Rafa Márquez a Robben, que le permitió a Holanda seguir en carrera sobre la hora.
Como sea, los dos más grandes en los primeros cruces de octavos, sufrieron más de la cuenta para seguir en carrera. En la situación límite, terminaron avalados por su camiseta, más allá de los árbitros. En eso piensan, seguro "campeoes" como Carlos Alberto, Matthaus, Cannavaro y Passarella, cuando apuestan a quienes apuestan para las semifinales. Porque no están en una burbuja, aunque parezca.
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