Opinión. Detrás de Caniggia creció el mito de los 90 minutos vacíos
LEIPZIG.- El encuentro de esta tarde no separa a la Argentina de la gloria. Lo saben todos los futbolistas. Es apenas una estación, pero también el trampolín que los anima rumbo a la porción de gloria que los podría estar esperando dentro de dos semanas en Berlín. Roberto Ayala siempre cuenta que envidia a todos los que alguna vez ganaron algo con la selección. El sentimiento del histórico defensor es compartido tanto por el pequeño puñado de viejitos como por la mayoritaria ala renovadora.
Están aquellos que quieren acallar esos comentarios maliciosos que los encasillaron como vetustos en el inventario de la selección. Y los más jóvenes, que cada vez que escuchan cualquier referencia a sus años de juveniles se desesperan. Los impulsa demostrar que el futuro ya llegó. Y cuentan hasta mil para no explotar, porque los enfada que se los siga señalado "como los chicos de Malasia 97 o los de la Copa que se jugó en Argentina", por el título Sub 20 conseguido en 2001. El plantel completo sueña con la bendición popular. Pero como perder está descripto como vergonzoso, deben convivir con el mandato que indica que la victoria ante México será de todos, pero la derrota únicamente les pertenecerá a ellos.
Comienza un camino sin retorno, ese que desde hace tiempo parece tapizado de espinas. Hoy es el cumpleaños número 28 de Juan Román Riquelme. Y el de Lionel Andrés Messi, que alcanza los 19. Y, de alguna manera, también el de la selección argentina, que llega a los 16 años sin poder ganar en el tiempo reglamentario un partido de playoffs, sí, de eliminación directa, en una Copa del Mundo. Un estigma que se fortaleció mientras la Argentina se alejó de la elite. Justo un 24 de junio, pero de 1990, en Turín, por los octavos de final del Mundial en Italia, la selección superó a Brasil 1-0 con el inolvidable gol de Claudio Caniggia para pasar de rueda. Desde entonces, para acceder a otra instancia debió valerse de los penales o resignarse a volver.
La cadena es sencilla: por los cuartos y en las semifinales del 90, el equipo de Bilardo necesitó de la inspirada intuición de Sergio Goycochea para superar sucesivamente a Yugoslavia y a Italia. Luego, en la final, en los 90 minutos, Alemania se quedó con el título. Cuatro años después, en la Copa de los Estados Unidos, tras la bisagra emocional que significó el doping de Diego Maradona, la selección cayó en los octavos de final por 3 a 2 con Rumania. Más tarde, ya en Francia 98, en los octavos de final, otra vez los azarosos penales permitieron superar a Inglaterra, pero algunos días después, a sólo un minuto de llegar a esa vía de definición, Holanda pegó el cachetazo certero. En 2002, ya se sabe, ni se pudo superar el corte de la primera rueda. Justo hoy hace 16 años que la Argentina no gana un cruce directo en el tiempo reglamentario.
El archivo de recuerdos es impiadoso. Siempre vuelve y no discrimina entre culpables y herederos. Los jugadores actuales saben que la memoria colectiva exclusivamente distingue a los ganadores y por eso, de una buena vez, quieren pertenecer a ese club de inolvidables. Contra México abren un minitorneo que imaginan de cuatro fechas. Derribar el mito de los 90 minutos vacíos simbolizará una huella de evolución.
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