Las historias de Aditya y de Atahualpa. Dos pequeños que sienten la misma pasión
SAN LUIS (De un enviado especial).- Esta es una historia que sabe de postergaciones y de desigualdades. Soma Sumadaran, nacido en Madurai, India, hace 40 años, vive, desde hace 15, junto a su familia en Japón; allí trabaja como ingeniero químico. Es padre de dos hijos: Tsubasa de 4 años y Aditya, el mayor de 7. Soma y Aditya se pasean por el hotel de Potrero de los Funes; llegaron a la Argentina exclusivamente para ver el Mundial. Aditya, un símil de X-men pequeño, viste siempre de negro; zapatos, medias, capri, remera y el cabello no desentona. Habla japonés e inglés, introvertido, tiene cara de mucha plaza y poca calle; nunca entendió los toboganes.
Hace un año que Aditya aprendió a jugar ajedrez en Tokio. Las victorias ante sus compañeros de escuela y profesores lo alentaron a descifrar enroques. Sigue junto a su padre los principales torneos en cualquier punto del planeta. El bienestar económico lo respalda en la aventura.
Otro chico, con nombre más argentino que el dulce de leche, Atahualpa Larrea, de 8 años, carita lavada con olor a jabón y mirada de asombro, también está de visita en San Luis; nació en el barrio Santa Rosa de Lima, donde el barro se subleva, en Santa Fe. El desborde del río Salado, en abril de 2003, dejó a los Larrea peor que en banda.
Atahualpa, hincha de Boca, recibió un juego de ajedrez como primer juguete tras el desastre hídrico, aprendió los movimientos, ejecuta jaque mates; se consagró subcampeón argentino Sub 8 y campeón santafecino de la misma categoría. Disfruta con el ajedrez. Cada tarde en la Caja de los Trebejos, Aditya y Atahualpa se sientan juntos para seguir el juego con una misma pasión. A ellos los separa un mundo de posibilidades; a los dos, los une un mundo negro y blanco.
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