Dos tipos prepotentes
"Convénzame, Diego!"
Sin tuteo ni apodos, una costumbre que Marcelo Bielsa rara vez se concede alterar. Exigente y mandón, el entrenador estaba abierto al diálogo, pero necesitaba argumentos. El Diego que estaba enfrente suyo era Simeone. El Cholo, un volante con llegada, había quedado muy lejos del gol en aquella selección argentina que arrollaba rumbo al Mundial 2002 porque era la rueda de auxilio defensiva, el hombre que equilibraba la línea de tres. "El arco rival lo veo cada vez más lejos. Las únicas posibilidades que tengo son en las jugadas con pelota detenida. Por lo menos, en vez de entrar por el primer poste, ¿me deja partir desde el segundo palo, y aprovechando un par de cortinas, llegar libre al punto del penal?", fueron sus fundamentos. Y lo avalaban los antecedentes, porque la videoteca rebasaba de goles suyos por esa vía en su paso por los clubes. Es más, la maniobra era tan reconocible -y efectiva- que hasta sus compañeros la habían bautizado "la jugada-Cholo".
Bielsa no estaba convencido. Pero como valoraba la inquietud del Cholo, su apetito competitivo, le concedió dos o tres partidos? "Si no hago un gol, me va a mandar de nuevo al primer palo?", confiaba Diego por entonces, un poco en broma pero consciente del recortado margen? Un puñado de fechas de las eliminatorias más adelante, el gol no llegó y Simeone volvió al primer poste. Nada modificó el interés y la curiosidad de ese futbolista por el desarrollo de los entrenamientos y los detalles de las ejercitaciones. Ni el respeto de ese entrenador que se sentía exigido, siempre observado por un jugador que cada día iba a pedirle más. Dos enamorados del fútbol que mañana se cruzarán para definir con sus equipos la Liga de Europa. Por primera vez en la historia dos técnicos argentinos resolverán una copa europea. Alguno se sumará a la exclusiva lista de Helenio Herrera, Alfredo Di Stéfano y Luis Carniglia.
"Espéreme, Marcelo, espéreme que yo voy a dejar el pellejo para llegar al Mundial". Bielsa sabía del compromiso de Simeone y también que no se iba a ahorrar ni una gota de sudor. En septiembre de 2001 el Cholo había sufrido la rotura parcial del ligamento cruzado anterior y el menisco externo de la rodilla derecha. Temía perderse la Copa de Corea-Japón. Bielsa lo tranquilizó, pero nada de promesas ni distinciones. "Le deseo una pronta mejoría, pero solamente será convocado si llega al período de preparación para el Mundial totalmente recuperado y con partidos jugados en Lazio". Simeone se obsesionó con su restablecimiento, no salteó etapa ni esfuerzo. En aquel verano de 2002 trajo a un fisioterapeuta italiano, Andrea Di Lazio, les alquiló a él y a toda su familia un piso en Mar del Plata y triplicó su dedicación para sanarse. Llegó, disputó las últimas jornadas del calcio y Bielsa lo subió al avión rumbo al Lejano Oriente.
El Porsche Carrera 4 transitaba por las calles de La Olgiata, el barrio cerrado en las afueras de Roma donde vivía el Cholo hace justo una década. Manejaba Simeone. Cuando escuchó la pregunta sobre Bielsa, respondió: "Es un técnico muy preparado, que te ofrece muchas variantes. Logra traducir el entrenamiento en situaciones reales de partido. La selección tardó un año y medio en entenderlo. El comienzo de las eliminatorias fue el momento en el que el equipo hizo el clic y el paso importante para que estilo de Bielsa lograse meterse en el grupo, que se identificó totalmente con el proyecto". Ese conjunto había atravesado algunos momentos clave. Como la eliminación en los cuartos de final de la Copa América de Paraguay 1999 y el posterior escándalo con José Luis Calderón. Bielsa se enteró en el aeropuerto de Asunción de que el delantero lo había criticado, por radio, por su suplencia durante el torneo. El DT reunió a todos y necesitó aclarar ahí mismo la situación. Después, les preguntó a los referentes qué opinaban de su acción. "No estoy de acuerdo, Marcelo, no creo que haya sido el lugar ni el momento", intervino el Cholo. "¿Y dónde y cuándo quería que lo hiciera? ¡Yo necesitaba hablar ahora!", respondió Bielsa. Dos tipos frontales y sinceros.
El Cholo perdió la cinta en la era Bielsa. El entrenador dispuso que los jugadores eligieran su capitán y ése fue Roberto Ayala. Simeone jugó 30 partidos con Bielsa -tres veces fue capitán- entre 1999 y 2002? y bajo esa era cerró su innegociable romance albiceleste. El último duelo, el N° 106 de su carrera, fue aquella caída 0-1 con Inglaterra, en Sapporo? Al choque siguiente, el empate 1-1 con Suecia, la despedida ya los incluyó a todos. Y el Cholo sólo ocupó un lugar en el banco...
¿Le parece exagerado que lo cataloguen como discípulo de Marcelo Bielsa?, le preguntaron al Cholo apenas aterrizó en Madrid. "Los rótulos nunca me gustaron. Nadie es igual a nadie. Todos tenemos personalidad propia y características diferentes. De Bielsa puedo decir que es uno de los entrenadores más grandes que tuve." ¿Cuáles han sido los modelos del Cholo como DT? Él lo explica: "Muchos. Bielsa es un gran entrenador de campo, Bilardo me hizo entender el juego con pasión e ilusión, Mancini me enseñó la agresividad, Basile tenía el poder de la motivación en una mirada...". No cabe aquí la imagen del maestro y el discípulo. Alumnos de Marcelo son Darío Franco, Berizzo, Martino? Sí, un respeto mutuo y una gratitud también compartida. No lo ocultan. Bielsa dice: "Atlético es un equipo muy combativo, que se parece mucho a la forma que tenía Diego de jugar. Que me mida a ellos [por Simeone o Pochettino] indica que el tiempo pasa. Pero siempre es un orgullo porque son seres humanos a los que yo valoro muchísimo, les tengo gratitud, afecto, consideración y cierta admiración también". Simeone dice: "Ponerme a detallar los sentimientos nunca fue mi fuerte. Desde las dos partes hay un gran afecto, respeto y admiración y con eso vale. Por otro lado, el entrenador que ha transmitido donde ha estado una marca y un registro, más allá de los resultados buenos o malos, siempre es admirable".
Apenas se cruzaron una vez: el 20 de marzo pasado, por la 29na Liga española, y ganó Atlético de Madrid 1 a 0. Bielsa no lo olvida porque se autoflageló en público: "Ésta es una de las derrotas de mi carrera en las que más culpable me siento: las decisiones que fui tomando no modificaron ni resolvieron lo que pretendía corregir y debilitaron lo que el equipo tenía sólido". Volverán a encontrarse dos equipos enérgicos. Que sostienen la presión bien arriba, que no desafinan mientras abren y cierran su fuelle, que asfixian y cuando recuperan el balón nunca reniegan de jugarlo. Para eso se requiere un compromiso total, y Bielsa y Simeone saben llegar a la fibra de sus dirigidos. Alto poder de seducción. Los dos proponen un proyecto de grandeza.
Pueden expresarlo distinto, pero apuntan a lo mismo. "El tiempo es para los que no se esfuerzan. Si alguien se queja de que le exijo es un débil, y los débiles no me importan", explica Simeone. "Jamás podría reprocharles a mis jugadores la falta de talento. En lo que sí soy inflexible es en la entrega. Todo está permitido menos dejar de luchar", reflexiona Bielsa. ¿Compromiso, sentimiento? Las dudas sobre esas cosas siempre estarán de más con ellos.
Formadores de conceptos que obligan a elevar el nivel de discusión. Celebran la curiosidad, olfatean desafíos y allá van. Ninguno negocia su ambición ni sus ganas de superarse. Una relación visceral con el fútbol. Ardorosos, vehementes, mandones. ¿Se parecen? Claro. Perfeccionistas, desprecian la especulación. Geometría, mecánica, talento y pasión. Uno va a perder en Bucarest, pero representan algo más que un título: son el orgullo de una idea. Bielsa y Simeone. Dos prepotentes del esfuerzo. Dos tipos que no tienen reposición.
cgrosso@lanacion.com.ar
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