El aullido de un campeón destrozado
Una de las escenas más románticas y enternecedoras del boxeo actual fue protagonizada por el inglés Tyson Fury, vigente campeón mundial pesado (AMB-OMB), un gigante blanco de 2,06 metros y 112 kilos, cuando en la noche de su consagración ante el poderoso ucraniano Wladimir Klitschko, el 28 de noviembre pasado, tomó un micrófono sobre el ring y entonó una dulce canción de amor mirando a los ojos a su esposa y madre de sus hijos: Paris. Fue un acto conmovedor y admirable; una manera de expresar a todo el universo su "¡gracias a la vida!", a los 27 años.
A los pocos días, ese mismo hombre, aparentemente cálido y sentimental, comenzó a destilar el odio y el rencor acumulados por su origen de gitano pobre ignorado por los habitantes de Manchester. Aquellos desaires del pasado lo transformaron en un orador agresivo y despreciable; convertido en un homofóbico insoportable, en un racista anticuado y en un propagandista inaudito del consumo libre de drogas pesadas. Solicitó, también, la abolición de los controles antidoping en los combates mundialistas. Algunas reacciones no llamaron la atención pero comenzaron a preocupar con el paso del tiempo. Las postergaciones de su desquite contra Klitschko y su reprobación de los análisis efectuados por la Asociación Voluntaria Antidoping (VADA) lo sumergieron en una crisis generalizada, determinante de una confesión dramática, semejante al aullido de un lobo herido que pide ayuda: "Sólo espero que alguien me mate antes de que lo haga yo". El título de la revista Rolling Stone petrificó al mundillo pugilístico.
La dependencia del alcohol y la cocaína -admitida por Fury- llevó al pugilista a un ocaso absoluto que amerita un profundo tratamiento especializado.
Es difícil precisar qué causa este tipo de derrumbes. ¿Qué gravita más? ¿Convivir con la fama y la gloria o lidiar con un pasado lleno de penurias? ¿Cuál de estas instancias, tan opuestas como fuertes, lastiman más hondo a un hombre en su tiempo de éxito?
Es complejo hablar de estas conductas humanas desde la bancada de un crítico de boxeo. Pero es imprescindible ponerlo a consideración de los expertos.
Paradójicamente, otro británico, Anthony Joshua, emergente de la cruda pobreza social que aqueja a los negros en Inglaterra, luchó de igual a igual contra otra droga: el cannabis. Contra su consumo y su venta. Se corrigió merced al apoyo estatal volcado hacia él, para preservar su futuro; luego fue campeón olímpico en Londres 2012, y es campeón mundial (FIB). Quizás el mejor pesado del momento. Joshua no se quebró, se rodeó bien y se dejó ayudar. Y aquí está el mejor mensaje para Fury.
El próximo miércoles, la Comisión Británica de Boxeo elevará un informe final a las organizaciones internacionales en el que recomendará una suspensión provisoria a Fury. Quitarle sus títulos forma parte del protocolo reglamentario pero puede asemejarse a un balazo perdido. Ese disparo que un campeón como él, quebrado y desesperado, está esperando recibir.
Más leídas de Deportes
Encuesta. Más de 100 jugadores de NBA votaron al mejor de la historia, al colega más sobrevalorado y al DT que no quieren tener
Fecha 3. Partidos de la Copa Sudamericana hoy, miércoles 24 de abril: horarios, TV y cómo ver online
En Chile. A qué hora juega Coquimbo Unido vs. Racing, por la Copa Sudamericana 2024