En off-side. El comienzo de una hermosa amistad
POTSDAM.- Para el Estado alemán el Mundial es una oportunidad dorada para mostrar qué buenos anfitriones pueden ser los habitantes de esta nación. Los gobiernos locales de muchas ciudades importantes, entre ellas Berlín, han organizado, incluso, cursos para enseñar a comerciantes, dueños y empleados de restaurantes y ciudadanos comunes el arte de sonreír, de tender una mano amistosa a los extranjeros y de allanarles las dificultades notables que para buena parte del resto de la humanidad representa la lengua germana.
La mayoría de los alemanes son amigables, pero su sentido de la cordialidad carece de la calidez (cierta o fingida) que tienen los latinos, y pierde en materia de refinamiento y atención aun comparado con el de otros pueblos sajones. Además, mientras más se desciende en la escala social y en el nivel de educación, más fácil resulta percibir cierto temor, desconfianza o rechazo a los que no son de este suelo. Por eso el lema del campeonato, "Die Welt zu Gast bei Freunden" ("El mundo como huésped entre amigos") y por eso las clases de buenos modos: para que en muchos otros sentidos además del fútbol esta cita sea el comienzo de una relación diferente.
Tenaces y perseverantes como son, es seguro que los alemanes llegarán a la meta que se han fijado en algún momento del siglo. El primer paso es el más importante del camino, y en este caso ya fue dado.
Para celebrarlo viajamos a Potsdam, nudo de la historia de Alemania y del mundo y futuro corazón del turismo foráneo, por sus maravillas incontables. Futuro. Presente, todavía no: en el city tour obligado cuando se llega a una ciudad tan dilatada sin auto el cronista era el único pasajero de un ómnibus repleto al que la guía tenía que dirigirse en otro idioma que no fuera el alemán: un inglés muy veloz, desprolijo y un tanto resignado. Español, mandarín, francés, holandés, japonés o polaco son muy difíciles de encontrar en Potsdam para este tipo de paseos.
Hay otro problemita que aún se nota al comprar un plano con información sobre la ciudad. Un 90 por ciento de está hecho para alemanes o, en todo caso, austríacos y suizos germanohablantes. Y los pocos escritos en español tienen utilidad muy relativa, puesto que están escritos, con el perdón de Goethe, como el diablo. Van aquí un par de ejemplos:
1) "El Portal de Brandemburgo más o menos inspirado de un arco de triunfo romano con tres pasos nació en 1770, decorado de blasones y trofeos. También Marte y Hercúleo figuran en la fastuosa construcción. Antigua parte de un fielato era el Portal del Cazador, rematado de un ciervo con perros de caza. Esta construcción fue acabada en 1733 como arquitectura de pilares en ordenación toscana."
2) "El antigio (sic) Ayuntamiento es una construcción, barroca de 1753 con figura de Atlas plateada de oro."
Esto es textual, con las comas mal puestas y también es bastante inexplicable. ¿Qué es una figura plateada de oro y cómo un portal puede estar rematado de un ciervo? Después de tirar el manual en el cesto más próximo (hay muchos), guiado por la intuición, uno sigue adelante.
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En una nota próxima volveremos sobre un tema que obsesiona al cronista: la sobreinformación de los carteles alemanes. Por ejemplo, Potsdam está saturada de carteles y flechas, pero sus hermosas sinuosidades hacen que sean difíciles de interpretar. Acercarse a menos de mil metros de lo que los letreros anuncian como una oficina de información turística que vaya a saber dónde estará ubicada se parece bastante a una hazaña.
Pero está muy bien perderse aquí. Se lo busque o no, a la fuerza se tiene que topar el caminante con el barrio holandés, con el lago Havel, con el puente de Glienicker, donde todavía se ve, por el tono diferente de verde en el hierro pintado, el lugar preciso en que en tiempos de la Cortina de Hierro capitalistas y comunistas intercambiaban sus espías atolondrados.
Para no hablar de los castillos, de sus jardines increíbles y de la riqueza voluptuosa de los salones en los que les gustaba regodearse a reyes y emperadores como Guillermo y Federico el Grande, diremos solamente que hemos visto una familia de cisnes (papá, mamá y tres niños) caminando por el sendero que va del lago a la Casa China que habitan músicos y mandarines de bronce en el palacio de Sanssouci, tan hermoso, quizá, como Versalles.
Hay otros, muchos otros, palacios, pero es imposible no asomar la nariz por el de la princesa Cecilia, para ver el salón donde Churchill, Roosevelt y Stalin decidieron, después de la caída de Hitler, cómo repartirían lo conquistado.
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Un poquito de ayuda, nada más. No pedimos que el paraíso que es Potsdam se transforme en Disneylandia, sino que los que son dueños del lugar nos hagan sentir que quieren compartirlo. Por ahora hay que abrirse camino a través de la cortina rasgada.
Sin saberlo por adelantado, por ejemplo, ¿quién podría enterarse de que en Potsdam están los estudios de cine comercial más antiguos del mundo, muy anteriores, por supuesto, a Hollywood. El lugar se llama Babelsberg, como la Torre que separó a los hombres, y desde 1912, antes de los nazis, con los nazis, con los comunistas y ahora, con "Adiós, Lenín", "La supremacía de Bourne" y "El pianista", de Polanski, locos de la cámara de todos los tiempos -locos tan geniales como Fritz Lang y Murnau- están aquí, rodando. Comedias musicales del viejo sello UFA y películas de Jackie Chan. Y, por supuesto, historias que reconcilian a todos, como la que ahora se dispone a contar Alemania.
- El arte de sonreírle a un extranjero
La mayoría de los alemanes son amigables, pero su sentido de la cordialidad carece de la calidez (cierta o fingida) que tienen los latinos, y pierde en materia de refinamiento y atención aun comparado con el de otros pueblos sajones.