El momento esperado. El estadio, un frigorífico; la ciudad, un monstruo
Hamburgo es el escenario del debut argentino; los contrastes con Herzongenaurach;el maleficio alemán
HAMBURGO.- Si una forma de medir la dimensión de una ciudad es el caos de su tránsito y los decibles del ruido urbano, por lo visto al llegar, Hamburgo está para ser algo más que la segunda de Alemania. Apenas aterrizó, alrededor de las 6 de la tarde, la selección argentina se topó con esa característica de este lugar típicamente portuario, que cuenta con 1,7 millones de habitantes, y también con un calor más acorde con estos tiempos que el clima que se ha vivido en su lugar de concentración. Dos aspectos, el movimiento y la temperatura, que contrastan tanto con la paz y el frío de Herzogenaurach que hacen creer que a través de esos más de 600 kilómetros desde el sur hasta el norte alemán, el equipo de Pekerman viajó de un país a otro, bien diferente.
Pero así como esta ciudad tiene sitios y modos que le hacen sentir a uno que está en Italia, se da la contradicción de que el estadio donde hoy la Argentina debutará ante Costa de Marfil se ganó mala fama por una declaración que en su momento hizo nada menos que Beckenbauer. En 1988, quien por entonces era el DT de Alemania, tras perder en las semifinales de la Eurocopa ante Holanda, dijo: "Este estadio es un frigorífico". El Káiser no se olvidaba de otro resultado histórico de la selección alemana allí: la derrota en el Mundial del 74, justamente ante la otra mitad de Alemania, la oriental.
Ni llegando a la final los locales jugarán en ese estadio, que los jugadores argentinos reconocieron ayer, a partir de las siete de la tarde, en una visita más turística que deportiva. Vestidos con pantalones capri y en zapatillas, la mayoría de los jugadores se dedicó a sacarse fotos entre ellos en el escenario donde hoy jugarán su primer partido. Abbondanzieri y Ustari se acercaron hasta un arco mientras Tevez y Lucho González, cámaras de video en mano, apuntaron hacia las imponentes tribunas de estructura tradicional, que se reformó para la Copa del Mundo con un costo de 116 millones de euros. Allí juega de local el HSV (Hamburger Sport Verein), el único equipo que le discutió un rato el liderazgo al Bayern Munich en la última Bundesliga y que acredita dos copas de Europa, con Uwe Seeler y Kevin Keegan como dos de sus máximas figuras. Aquí jugaron los argentinos Rodolfo Pelusa Cardoso, un referente todavía, y también Bernardo Romeo. Por su césped caminaron los futbolistas del seleccionado durante no más de 15 minutos, como para cumplir con las normas de la FIFA.
Después, esperaron otro tanto sobre el bus, hasta que la seguridad -que seguramente tenía todo estructurado para una visita de media hora- les dio vía libre para marcharse hacia el Hotel Intercontinental, donde lo esperaban los hinchas y también el descanso.
Del resto de la ciudad, para ellos ni ver ni hablar. Sólo quien se interese del grupo por leer algo sabrá que este es el segundo puerto de Europa, después de Rotterdam, y que allí trabajan 154.000 empleados. Por eso se la conoce como "la puerta de Alemania". También, como la ciudad donde se concentra la mayor cantidad de millonarios de todo el país. Tal vez por eso, nunca sirvió a un rey ni a un príncipe. Su Parlamento, en la actualidad, es de "medio tiempo": sus diputados son hombres y mujeres que sesionan por la tarde, después de concluir sus labores particulares. Como todo puerto que se precie, tiene su zona roja, Sant Pauli, y como buena ciudad alemana, tiene su músico: Johannes Brahms nació aquí, donde las salas de concierto albergan los principales espectáculos musicales y donde mañana la Argentina tratará de sonar como una sinfonía.
1,7 millones de habitantes tiene Hamburgo, la segunda en importancia de Alemania.
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