Punto de vista. El Mundial ya se juega con la lista
Desde aquellos lejanos finales de los años setenta, en los que se discutía si había que "repatriar" o no jugadores, hasta hoy, cuando la proporción entre los de "acá" y los de "allá" se ha invertido de manera tan evidente como inevitable, la conformación de la lista definitiva del seleccionado se fue convirtiendo en un ingrediente más -decisivo, atrapante, polémico- de esa gran comilona futbolística que es el Mundial. Y la antesala de Alemania 2006 no es, ni podía ser, la excepción.
Es más: seguramente acrecentada por la profusión de medios de todo tipo -si se la compara con los mundiales de los 80-, o por la globalización del deporte y particularmente del fútbol -si se la compara con los mundiales de los 90-, o por el esbozo de resurrección económica que permite hasta soñar con el viaje -si se la compara con el último Mundial, en el inaccesible Japón-, la vigilia de esta Copa del Mundo se está viviendo de manera particularmente intensa y activa.
Y así como el sorteo se siguió como si fueran los 90 minutos inaugurales de la competencia, cada actuación deslumbrante de quienes parecen ser la nueva figura clave y decisiva provoca la inmediata demanda: ése, ése tiene que estar en la selección.
Quizá la personalidad de José Pekerman -siempre cauteloso y calmo- lleve al error de pensar que esta vez, como pocas veces o como nunca antes, esa bendita lista es un enigma hasta para el propio conductor y que su confección está marcada, entonces, por la indecisión y la confusión. No parece ser la realidad.
Para refrescar la memoria -y alimentar la esperanza, por qué no- es bueno recordar que Carlos Bilardo decidió incorporar al inédito Héctor Enrique a su plantel cuando México 86 ya estaba a la vuelta de la esquina -y todos sabemos que el Negro fue quien le dio el pase a Maradona, je- y que el mismo estudioso y previsor DT llegó a instalar en la concentración de Trigoria, para Italia 90, a jugadores que se quedaron en la orilla del Mundial -inolvidable metáfora de Jorge Valdano, por ejemplo-.
Para despejar dudas -y enriquecer el optimismo, también-, es bueno repasar los sondeos, como el de LA NACION de hoy, y comprobar que los diez jugadores más queridos por la mayoría coinciden con los elegidos del DT. Messi a la cabeza, seguido por Tevez y por Riquelme, es más que un indicio: es una definición de estilo, de identidad y de... coincidencia.
Por lo demás, casi todos los DT del seleccionado han tenido sus grandes ausentes, más notables éstos obviamente cuando los resultados negativos han potenciado el vacío que dejaron: el mismo Bilardo no llevó a Ramón Díaz en 90, Passarella no llevó a Caniggia en 98, Bielsa no llevó a Saviola y a Riquelme en 2002... Tiene José la posibilidad, eso sí, de romper con la tradición: son muchos los que quieren ver en el plantel a Palacio, a Agüero, a Gago, a Ustari. Si no vuelve con la Copa, ya sabe por quien le reclamarán.
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