El síndrome del octavo chukker
No hubo necesidad de nada. Una mirada bastó para que Santiago Chavanne diera su impresión del partido. "Palermo tiene que ser de siete chukkers", bromeó el número 2 de El Metejón para justificar la derrota de su equipo que, otra vez, como ante La Dolfina, se cayó en el último período del partido. Luego, ensayó una explicación más extendida. "Capaz hay que saber jugar el octavo chukker. No supimos aprovechar las oportunidades que tuvimos, y seguramente influyó nuestra inexperiencia", dijo.
Sobre algunas faltas que cometió en esos momentos decisivos, explicó: "Sí, fueron algunos foules tontos. Quería ganar y me jugué demasiado en algunas bochas. Habrá que seguir", cerró su comentario. Luego suspiró, a mitad de camino de la resignación por no poder dar el golpe, y de la alegría porque la actuación del conjunto fue más que decorosa.
A su lado, Francisco de Narváez (h.) emitía conceptos muy similares a los de su compañero. "Estoy con bronca porque quedamos muy cerca. Estaba para cualquiera. El que se equivocaba, perdía, y nosotros no tuvimos paciencia", comentó.
"El balance es bueno. La lógica era que perdiésemos, y hasta tal vez que nos goleen. Pero jugamos dos buenos partidos en Palermo y en ambos estuvimos cerca de poder ganar", concluyó.
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