Las eliminatorias. El triunfo en Perú no despejó los interrogantes
La selección ganó 2 a 1 luego de dos partidos sin éxitos, pero tuvo una producción irregular; Crespo , Verón y Samuel , en contra, los goles
LIMA.- El puño cerrado de Marcelo Bielsa, el "¡vamos!" bien visceral, que sale desde muy adentro, y el fuerte abrazo con Pochettino, ni bien se escuchó el silbato final, marcaron una satisfacción comprensible por la vuelta al triunfo, pero que no debería hacerse extensiva al rendimiento del seleccionado.
La Argentina se encontró con un partido bastante sencillo, simplificado por un Perú que tocó fondo, que tiene mínimos arrestos de fútbol -con el eterno Palacios y algo de la categoría de Solano-, nula presencia ofensiva y escaso temperamento para torcer su destino. Nuestro seleccionado aprovechó ese handicap para conseguir la victoria, pero no para construir una producción alentadora. Lograda la ventaja de dos goles, en el segundo tiempo se mimetizó con la chatura general del encuentro; se dejó estar, como si el éxito que los locales eran incapaces de comprometer le hubiera quitado autoexigencia y compromiso para tener un mejor control de la pelota y una actitud ofensiva más activa. Queda claro que todo dependió de la Argentina. Lo bueno y lo malo. La capacidad en el primer tiempo para resolver un resultado y no perdonar a un Perú quebradizo, y también la tibieza para largarse a jugar y permitirle una remota ilusión al rival a partir de un error de Samuel, que como si no tuviera poco con el insólito gol que se perdió ante Paraguay, ayer se anotó uno en contra bastante insólito. Pero este Perú no está en condiciones ni de valerse de favores ajenos, y por eso ni siquiera tuvo resto para la corajeada final, mientras la Argentina estrechaba filas en su campo para cuidar la diferencia.
El cotejo no tenía más de unos segundos de vida y ya Verón y Ortega combinaron por la derecha para sacar el centro que por poco no conectó Crespo. Fue una temprana señal de la endeblez local. De a poco se fortaleció la impresión de que en cuanto la Argentina ajustara sus movimientos y le diera cuerda a la ambición, el triunfo era una misión más que factible. Las limitaciones de Perú sólo quedaban disimuladas con la clase de Palacios para sacar a su equipo desde el fondo, con alguna proyección de Solano y la potencia desmañada de la Pantera Mendoza.
Una jugada de Aimar que rebotó en un peruano dejó solo a Crespo, que definió como buen goleador que es. Con la ventaja surgieron espacios que tres o cuatro corridas de Claudio López no aprovecharon debidamente. La Argentina tenía el control psicológico del juego y una creciente autoridad para manejar los ritmos. Un muy buen tiro libre de Verón estiró la diferencia y apoyó el concepto de que la Argentina era demasiado para Perú.
Resuelta la necesidad del resultado, que cortaba la serie negativa frente a Brasil y Paraguay, el seleccionado desatendió sus obligaciones con el juego. Se dejó llevar mucho al terreno de la lucha y la imprecisión se apoderó de muchos. En ese panorama, el continuo sacrificio de Sorin y su preocupación para no regalar la pelota -desde atrás armó una de las mejores acciones y Vegas le sacó el remate- lo ponían un escalón sobre el resto.
Vino la equivocación de Samuel y enseguida las modificaciones para reforzar la contención, con el ingreso de un recuperador -Claudio Husain- por un delantero -Ortega, que se fue ofuscado por el cambio-. Después, con Vivas por Simeone se armó una línea de cuatro.
Las precauciones defensivas pasaron a ser la prioridad, mientras un par de tiros libres de Verón era la mayor expresión ofensiva.
Se llegó al final sin grandes apuros, porque Perú tampoco tenía con qué asustar. Y así, el seleccionado mantuvo la punta de las eliminatorias con comodidad. Cabe esperar que este crédito estadístico no le haga olvidar la deuda futbolística.
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