Es un hecho: la AFA ya nunca va a cambiar
La AFA siempre tiene a mano una sorpresa, entre decisiones que parecen salidas de una caja armada para el chasco. Las contradicciones se apropiaron otra vez de unos dirigentes que, aferrados a las conveniencias, pasaron –o están a punto de pasar– por la triturada cada página del reglamento que ellos escribieron.
Hacía rato que se escuchaba que "algo" podía pasar con los descensos en la primera división. Es más, el debate se había instalado pocos días antes del comienzo de la actual Superliga, que estipulaba cuatro descensos y dos ascensos. Finalmente, horas antes de la fecha inaugural, se decidió que tres clubes perdieran la categoría.
Pues bien, ahora cambió todo: habrá dos descensos directos y se retomará la Promoción; es decir, el tercer peor promedio de la A se enfrentará con un conjunto de la Primera Nacional. Vale recordar que este mano a mano (antes eran dos) se había dejado a un costado para quitarle dramatismo al asunto, según había explicado la AFA en 2012. Esta disputa será "excepcional" por este año.
Así no solo se modifica una de las reglas fundamentales del torneo, sino que se lo hace con una competencia a la que apenas le falta una fecha y con otra –la Copa Superliga, con 11 jornadas– que ya aparece en el horizonte y que también contará para los descensos y las clasificaciones para los certámenes internacionales. Insólito.
Las cuestiones de la política nacional también se mantienen sobre la superficie de un fútbol que olfatea lo que más le conviene sin fijarse en lo acordado. Algo de eso hay en la posibilidad de que las transmisiones de tres partidos vuelvan a la pantalla de la Televisión Pública. Casualmente, en el predio de Ezeiza, el presidente de la AFA, Claudio Tapia, recibía a Marcelo Tinelli, titular de San Lorenzo, y a Mario Pergolini, vicepresidente de Boca, ambos hombres fuertes de los medios. Las diferencias de estilo, liderazgo y hasta personales se esfuman cuando mandan el negocio y la construcción de poder. Si ya hasta se especula con la reelección de Tapia hasta 2025.
En medio de una Superliga que parece dar sus últimos pasos para darle paso a un cambio en la organización del fútbol argentino, los dirigentes dieron otra muestra de cómo la improvisación desbarata cualquier intento para darle seriedad a un deporte con la credibilidad deshilachada. El de la Superliga es otro interesante ejemplo para entender la problemática que envuelve a la conducción del fútbol y de cómo el orden puede alterarse frente al mínimo riesgo de choque de intereses. La modernización, las reglas claras, la profesionalización y el fair play financiero sucumbieron frente a las actitudes de dirigentes sin tanta vocación de cambio. Hubo sanciones que no fueron tales y cuentas que, finalmente, tanto no cerraron.
La AFA gira sobre el mismo eje. Fue la votación de 75 dirigentes que terminó 38 a 38, la creación de la Superliga, los derechos televisivos, el reparto del dinero, los cambios de formatos en los campeonatos, las marchas y contramarchas alrededor de los descensos, los cortocircuitos por la fecha de reanudación del certamen tras el receso, el olvido de los seleccionados juveniles, las idas y venidas con los entrenadores del equipo mayor. Algunos temas están entrelazados con los intereses más mezquinos. Otros quedan librados al azar de alguna decisión deportiva. Los más triste es que esa organización que se reclamó y que, seguramente, se reclamará está más lejos que nunca.
La AFA sorprende con las mañas de dirigentes que ya nunca cambiarán. Pero también con el curso acelerado que hacen los más nuevos para no quedarse afuera de un sistema que se rige con la ley de la selva. Los argumentos serán los mismos. Siempre para tratar de explicar lo inexplicable.
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