Es la nueva realidad
La escena ocurrió hace unos días en uno de los clubes que lleva varios años como protagonista importante en los torneos de Buenos Aires. Se trató de una reunión especial, de la cual participaron directivos, veteranos, ex jugadores y referentes del actual plantel superior. ¿El tema? Intercambiar ideas acerca de la decisión de la URBA de no dejar actuar más en sus equipos a quienes formen parte del Pladar, una medida que empieza a regir a partir de mañana.
En ese encuentro, los dirigentes explicaron los motivos por los cuales el club fue uno de los que votó, por unanimidad, en mayo pasado, la resolución acerca del Pladar, el programa de alto rendimiento de la UAR. Uno de los puntos esgrimidos fueron la diferencias -y los consecuentes peligros- que existirán entre un jugador pago que se entrena los cinco días de la semana, con otro amateur, que a lo sumo lo hace tres veces.
Fue entonces cuando tomó la palabra el actual capitán de ese club: "Yo me entreno cinco veces a la semana también, porque ése es el ritmo que exige el torneo de la URBA. Y, además, yo siempre quiero tener enfrente a los mejores. Es más: si me ponen delante a un All Black, mejor". En la misma sintonía habló el ex capitán de ese mismo club: "Yo también me entreno los cinco días de la semana y quiero que a los chicos que están en el Pladar los dejen jugar".
La postura de los jugadores tomó de sorpresa a los dirigentes y a los más veteranos. "Evidentemente hay algo de lo que pasa ahora que no lo entendemos", me confió uno que lleva añares en el rugby, siempre dispuesto a dar todo por su club. La conclusión de esa reunión fue que el objetivo primordial seguirá siendo el mismo: educar con el rugby. Y que después, cada jugador elija su destino. Más todavía: es casi seguro que ese club cambiará su postura en la asamblea de la URBA de febrero, votando para que los jugadores del Pladar puedan continuar representando a sus clubes.
Es muy probable que los demás dirigentes escuchen el mismo discurso de parte de los jugadores si este tipo de saludables encuentros se repitiesen en todos los clubes. Lo indican las encuestas al respecto: una amplísima mayoría está a favor de que los que están en el Pladar jueguen en la URBA.
Los que forman parte del Pladar, en tanto, ya abandonaron su silencio de todo este tiempo. Algunos con más enjundia, como Agustín Figuerola (CASI), que le apuntó duro a los dirigentes. Otros con más sutileza, como Francisco Albarracín, que se preguntó: "¿Cómo no nos van a dejar jugar con nuestros amigos de toda la vida?". Su club, La Plata Rugby, pedirá en febrero que la URBA revea su postura, y al respecto presentó ayer dos nuevas notas, más una carta de Jorge Cafasso, ex presidente de la URBA, que consideró un "fracaso" la actual conducción de la entidad porteña.
Está claro que las ideas permanecen enfrentadas, también producto de las confusiones que padece el rugby argentino ante la presencia del profesionalismo. Los dirigentes, que en definitiva están para tomar las decisiones, además de las horas y horas que les dedican a sus clubes para llevar adelante, a puro pulmón y pasión, las decenas de situaciones que se producen a diario, deberán entender que hay una nueva realidad. Y los jugadores, que en definitiva son los que salen a la cancha, analizar que las resoluciones en estos tiempos no son nada sencillas.
El debate, abierto, plural y desinteresado, con la participación de todos los actores del rugby, parece seguir siendo la mejor vía para salir de este brete. Y con el menor daño posible. Quizá sea el mejor deseo para el año que comienza mañana.
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