Es una pena..., pero no aprendemos más
«El que no llora no mama...», escribió, a mediados de la década del 30, Enrique Santos Discépolo. Y vaya si la letra del tango Cambalache conserva actualidad. Si no, basta con echar una mirada a la agitada y conversada definición del campeonato. Evidentemente, en nuestro país, cada final será igual; siempre. No se aprende más. Claro que tampoco se advierten intenciones de alterar esa censurable y antigua costumbre de sospechar de todo, de todos. Siempre hay algún matiz que enturbia el último suspiro futbolístico. Si no son las suspicacias provocadas por los temerosos y pésimos arbitrajes [solamente basta con rememorar el desafío entre Vélez y Huracán, en el Clausura pasado, con la polémica actuación del hoy borrado Gabriel Brazenas, y la posterior consagración del club de Liniers], son las falencias organizativas [como hace una temporada, en el Apertura, con el triangular final entre Boca –finalmente, el ganador–, Tigre y San Lorenzo] o los fantasmas de la incentivación, que sobrevuelan cada plantel.
A pocas horas de que la jornada dominical entregue a un nuevo campeón, salvo que haya desempate, claro, y así habría que esperar hasta el desempate del miércoles próximo, el clima está enrarecido, es poco saludable. Lamentablemente, en vez de estar analizándose con profundidad los posibles enfrentamientos de Banfield y Newell’s frente a Boca y San Lorenzo, respectivamente, de ponderar la efectividad goleadora de los tanques uruguayos Santiago Silva y Joaquín Boghossian, de distinguir la solidez defensiva del Taladro, de aplaudir las pinceladas elegantes de Mauro Formica, enlace leproso..., solamente se escuchan quejas, se advierte desconfianza. Y nada de ello ayuda.
En tiempos donde los árbitros están bajo la lupa, quizá, como nunca antes, los propios protagonistas no ayudan con sus comportamientos. La mayoría, con malicia y dobles intenciones; en menor cantidad, con sinceridad y ganas de mejorar un circuito espinoso. Llora Julio Falcioni, llora Roberto Sensini; se queja Sebastián Peratta, se queja Cristian Lucchetti... Todos por igual.
Es una pena. El clima es rancio y no va a cambiar. ¿Cuándo llegará el día que la definición se caracterice por ser solamente un capítulo de celebraciones? En nuestro país, difícil. Casi todos creen que si no se quejan, los tratarán de giles y los perjudicarán. Por eso refunfuñan, aunque no lo sientan de ese modo, aunque sobreactúen. Faltan pocas horas para que la Argentina tenga un nuevo rey local. Lástima que tanta expectativa se enturbie una vez más. Como siempre.
storok@lanacion.com.ar
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