Opinión. Esas preguntas que hay que sacarse de la cabeza
FRANCFORT, Alemania.- ¿Qué nos conviene? ¿Ganar (empatar es lo mismo) o perder con Holanda? ¿Salir primeros en el grupo, para jugar en cuartos de final con Alemania después de pasar a México o a Angola? ¿O salir segundos para, después de eliminar a Portugal, cruzarnos con Inglaterra como sucedió hace 20 años, en México 86?
Si un tremendo trabajo habrá tenido José Pekerman por estas horas, desde el glorioso triunfo contra Serbia y Montenegro para acá, ése habrá sido sacar de las cabezas y de los oídos de sus jugadores preguntas de este tipo, que existieron y existen. Que aquí están expresadas casi grotescamente, sí, pero que tan lejos de la realidad -por lo que se escucha, por lo que se ve, por lo que se palpa en el ambiente- no están.
Aquel 6 a 0 cambió la percepción de y sobre el seleccionado de Pekerman, que se convirtió, desde el golazo de Cambiasso para adelante, en referente ineludible y repetido de todos los que quieren ponerle un nombre a lo mejor que se ha visto en las canchas durante este Mundial.
Dos tareas le dejó al entrenador, entonces, para llevar adelante después de cumplir con la mejor faena que se le recuerde a cargo de la selección mayor, apenas comparable al triunfo contra Brasil en el Monumental.
Una, lograr que al plantel no le llegara la ola de triunfalismo que se instalaría inevitablemente a su alrededor después de semejante goleada y tamaña actuación. Otra, elegir con precisión entre todas las variantes que se le habían abierto, después de poner en la cancha dos formaciones prácticamente distintas que, en diferentes circunstancias, le respondieron con idéntica eficacia. La primera tuvo sus primeras respuestas en todas y cada una de las apariciones públicas de los jugadores, que se encargaron de mostrar sus pies bien plantados sobre la tierra. Y la segunda se está viendo en el tiempo extra que le ha llevado al entrenador definir a sus titulares para su tercer compromiso.
Nadie se imaginaba, hay que confesarlo, que la selección afrontaría su partido contra Holanda -uno de los dos o tres encuentros más esperados de todo el torneo-, pensando en que definiría nada más, o nada menos, que la posición en el grupo, pero con la clasificación ya asegurada y la mirada puesta más allá. En algún caso, y ese puede ser el problema, exageradamente más allá.
De allí, de esa sensación, de considerar al partido ante los holandeses apenas como un paso más, empezaron a surgir las preguntas, seguro. ¿Qué le conviene a la Argentina? ¿Cómo qué le conviene? No hay lugar para una preguntas de ese tipo y sí espacio para una sola respuesta: lo único que le conviene a la Argentina es ganarle también a Holanda, porque de lograrlo, nada la convencerá más de que puede finalmente recorrer el camino hasta Berlín, enfrentando a quien tenga que enfrentar. Que al fin y al cabo, para salir campeón hay que ganarles a todos.
Lo demás es pura especulación. Ya habrá tiempo, si se pierde, para analizar cómo y por qué, para evaluar cuánto. Mientras tanto, nada mejor que sacarse esas preguntas de la cabeza. Y prepararse para disfrutar un Argentina-Holanda, que eso no se ve todos los días.
lanacionar