Ese negocio llamado deporte
La historia es así: Londres recibirá hoy al International Board, el organismo que estudia cambios reglamentarios de la FIFA. Entre muchos puntos salientes, se buscará ratificar la realización del Mundial de Clubes. Pero revisando la letra chica de la orden del día, aparece un punto por tratar que resulta, cuanto menos, llamativo. En realidad, lo curioso no es el tema en sí, sino los argumentos para su aplicación. Es así: se quiere aumentar de 15 a 20 minutos el descanso en el entretiempo de los partidos. ¿Un acto de piedad para darles más descanso a los jugadores? No, ni cerca. El argumento es que la Liga alemana hizo un estudio que determinó que en esos cinco minutos de más se podrían vender mucho más alimentos en los estadios, en una cifra estimada en medio millón de euros por temporada por cada club. Eso sin contar el incremento de la publicidad por TV.
Con un sí o con un no como respuesta, se trata de un nuevo caso en el que lo lúdico gira como satélite alrededor del billete. Un rapidísimo repaso permite recordar otros casos de cambios de reglas tendientes a generar más recursos por gastos que lleguen de los espectadores o por adaptaciones de formatos que le convengan a la dorada TV: la NBA pasó a jugar cuatro tiempos en lugar de dos, para vender más pochoclo y que haya más propagandas; el voleibol derogó el recuento de puntos sólo por tantos de saque para comenzar a sumar siempre, con el fin de que los partidos no sean tan largos; el ajedrez, contra su propia esencia, fue limitando el tiempo para pensar y casi eliminó los torneos con partidas suspendidas, para que los espectadores vean pruebas más dinámicas. Algunos ejemplos; sólo algunos.
Y entonces se genera el debate entre puristas y modernos. Unos, defensores de las costumbres, del clasicismo, de la esencia. Otros, convencidos de que los tiempos modernos obligan a cambios para que el dinero fluya de los lugares más impensados. Lo ideal sería convivir en paz hasta llegar a un término medio, aunque en general se percibe que el negocio se pasa de la raya del equilibrio para invadir terrenos que no debería siquiera pisar.
Y todo sea por cinco minutos extras para vender tres panchos y dos "choris" más.
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