Esto con Grondona no pasaba
Julio Humberto Grondona sobrevivió, además de a tres Papas, a quince presidentes de la Nación. Desde la dictadura de Jorge Rafael Videla hasta el gobierno de Néstor Kirchner, pasando por nombres que se recuerdan fácil y otros no tanto, como Viola, Lacoste, Galtieri, Saint Jean, Bignone, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Camaño y Duhalde. Murió durante la gestión de Cristina Kirchner, cuando el fútbol se había convertido en una cuestión de Estado ya no sólo simbólicamente, por la pasión que despierta en los argentinos, sino porque directamente vivía de él, a cambio de propaganda. Durante todo ese tiempo, más de tres décadas, sólo una vez se sometió a una elección, en 1991, que ganó contra un solitario voto en contra: el resto de las veces fueron obedientes manos alzándose para reelegirlo, una y otra vez.
Su espíritu sobrevoló el recinto elegido, en el-predio-que-la-AFA-posee-en-Ezeiza, para una elección que fue, al fin, una farsa. Desacostumbrados al hábito democrático de votar propuestas diferentes, no fueron capaces de contar 75 boletas con 2 candidatos, para terminar en un imposible 38-38, culpa de dos papeles pegados que terminaron siendo un papelón y le dieron la razón a las ridículas proyecciones, donde según los cálculos de ambos bandos había más votos que votantes.
Lo cierto es que tan rápido como desaparecieron esos asambleístas a los que evidentemente no les interesaba ni siquiera esperar el resultado de aquello por lo que habían votado, apareció una palabrita que en su primera acepción es saludable, pero aplicada en el contexto de la AFA de las últimas décadas es nefasta: consenso.
Lo que pasó inmediatamente después del vergonzoso error de la comisión escrutadora, cinco personas para 75 votos, fue aún peor.
Quedarán para la historia las declaraciones inmediatas de Luis Segura, en medio del caos, la desprolijidad y la falta de gusto que suele rodear los actos de la Asociación del Fútbol Argentino, así se hagan en la vetusta sede de Viamonte o en el moderno predio de Ezeiza ("que algún día será un museo"). Dijo, sin ponerse colorado, aunque sí lo estaba por el calor insoportable de un salón que parecía el de una fiesta de casamiento que había terminado a las trompadas: "38-37 es prácticamente un empate". Y remató, con el mismo tono: "La desgracia, o la suerte, nos permite analizar una lista común".
Lo dijo, en realidad, como si fuera una expresión de objetivo logrado. Ganó, aunque haya perdido: se percibía un tono de triunfo, el de su idea de... consenso. A su lado, un Tinelli defraudado y con rabia contenida, disconforme tanto con 38 o con 37 votos, dejaba en boca del siempre sensato Lammens, lejos del consenso, la mejor definición del hecho: "Un papelón".
Bien entrada la noche, todo muy oscuro, se hablaba de un tercer hombre, promovido incluso desde el poder. Ya todos habían perdido y el-predio-que-la-AFA-posee-en-Ezeiza estaba prácticamente vacío. Prácticamente, como un empate 38-37: en algún rincón, sonreía socarronamente Julio Humberto Grondona.
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