Ferrari sabía ganar en la Argentina
Es como un cuento; casi puede recordarse de la manera tradicional, como antiguamente se le decía a los chicos: "Había una vez, en un lejano lugar del mundo, un parque..."
La historia casi no figura en los libros que se ocupan de Ferrari. Como debiera, al menos. En el enjundioso estudio de Bruno Alfieri -un ejemplo-, editado en Florencia (abril de 1997) por Automobilia (Milán), el tratamiento arranca con la 125 F1 de 1948. Allí se recuerda que "Ferrari gana por primera vez en el circuito de Garda, conducida por Nino Farina". Esto, en Italia. La leyenda saltará a Gigi Villoresi imponiéndose en el Gran Premio de Holanda, antes del Gran Premio de Suiza, que hace suyo Alberto Ascari cuando 1949 toca fondo.
Pero del Parque de la Independencia, de Rosario, en febrero de aquel 1949, nada. Ni una palabra. Como si lo de Rosario, con Farina al volante, no hubiera ocurrido.
El estudioso Daniel A. Fernández encontraba en su Rosario natal una fugaz referencia del triunfo que nos ocupa, "inexacta, porque se la ubica en 1948", publicada en la "Ferrari-Sport Racing and Prototypes Competition Cars", de Antoine Prunet, Editions W.W. Norton & Company, New York, London, Editions EPA 1978.
Pero de Farina, la Ferrari y el Parque de la Independencia de Rosario del 13 de febrero de 1949, que fue real, nada. No se trata de un sueño ni de una broma; es un hecho muy importante que cuenta la verdad que no tiene fronteras. Que únicamente atiende el rigor de la historia y no la olvida ni le miente. Aquí queda sintéticamente expuesta.
En la revista especializada Auto Italiana (1/3/1949), el servicio particular de la publicación firmado por el celebérrimo periodista Corrado Filippini especifica, con el apoyo de muy buenas fotografías que "Nino Farina, gran piloto, gana el G.P. de Rosario con la Ferrari 2000". Y apoya tal anuncio de este tenor: "Alberto Ascari, tercero y Villoresi, todavía desafortunado, con la vuelta más veloz; Parnell, en una jornada de gracia".
Quince días antes, Oscar A. Gálvez había ganado con el pesado Alfa 3.8 en Palermo, bajo la lluvia, derrotando por primera vez a los europeos. Hay apuntes que en homenaje a la brevedad de este espacio se reseñan para disfrutar un poco -por lo menos- del encanto de aquella crónica, con medio siglo en su obstinada tipografía.
"Un motor que tira aceite y empasta bujías como aquel de la Maserati de Villoresi es un motor que prácticamente exige un control absoluto. Ascari tenía que reparar el motor de la suya. O buscar otra cosa para seguir corriendo. Farina no disponía de una máquina porque un exceso de potencia complicaba la puesta a punto de la suspensión trasera de su Ferrari.
"Con estos antecedentes, el jueves por la mañana las tres máquinas se despachaban por ferrocarril para ser descargadas al día siguiente en Rosario, para la primera jornada de pruebas...
"Un trabajo que no es milagroso porque milagros no los hace nadie en este mundo. Simplemente quedó demostrado qué cosa es la capacidad técnica, la potencia de trabajo, la abnegación para el deber que impulsa a los mecánicos italianos. Ni héroes ni mártires; simplemente hombres admirables, técnicos valiosos y colaboradores notables. Los dos hermanos Bertocchi para Maserati; Meazza, por Ferrari...merecen ser admirados".
Cambiaba el viento
"En las pruebas, Villoresi queda adelante (2m44s2) seguido de Ascari y Farina (2m47s1 y 2m48s2), respectivamente). En el cuarto lugar el Alfa 3.8 de Gálvez, con un óptimo 2m49s. La carrera aparecía deslumbrante hasta la víspera. "Esa noche, el viento que llegaba del Este giraba 180 grados; el cielo se cubría de nubes espesas y negras y bastaba que el organizador convocara a la línea de partida para que empezaran a caer las primeras gotas. Inmediatamente, el diluvio.
"La pista (las calles del parque) se reducía a condiciones difíciles. La carrera se volvía decididamente peligrosa... Farina acertaba a colocarse a la cabeza de las 13 máquinas multicolores que concursaban. Guiaba con autoridad en la primera de las 15 curvas que tenía cada vuelta. Lo seguía Parnell. Después venían Villoresi, Ascari, Gálvez... Los dos primeros desafortunados (Fangio y el joven Bucci) chocaban en la entrada a una de las curvas."
Farina y la Ferrari iban a ser inalcanzables. La máquina, con una marcha rítmica y sin problemas, tenía 7 segundos de ventaja en la vuelta 10; 12 en la 20; 16 en la 30. Una delicada operación de relojería matemática. Ganaban Farina y Ferrari en 1h48m18s8= 77,8 km por hora, con Parnell casi a 32s y Ascari a más de un minuto. Villoresi llegaba fastidiado después de tres insólitos cambios de bujías perdiendo casi una vuelta, mientras Benedicto Campos y el uruguayo Cantoni quedaban a dos giros y Gálvez, a seis.
¿Cómo ganaba Farina?
La entretela de la trama periodística de Filippini permitía saber que Farina, advertido que su máquina, la más corta entre ejes de todas, no afirmaba convenientemente su tren trasero, hacía dos cosas.
Relacionaba la Ferrari en la forma más baja posible, al punto que en carrera operaría con la 3a. y la 4a. marcha. Y colocaba -además- una barra de plomo en la parte trasera del tanque de combustible.
Así mejoraba la estabilidad lateral, disponía de una buena aceleración progresiva por el mayor peso y sacaba partido notorio de las anormales condiciones del circuito.
La máquina corrió en la Argentina en 1949 -ganando por primera vez fuera de Italia-, tenía exteriormente el aire de la 166 F2 estrenada con buen resultado por Raymond Sommer en Florencia el 26 de septiembre de 1948, pero incorporaba cosas de la 125, aprobadas para correr en San Remo 49 cuando pasaba de 2160mm que había tenido entre ejes en Rosario, a los 2380 mm. Esto, antes de volver a ser achicada en Mónaco 50, cuando la medida entre ejes se reducía a 2320mm.
Aerodinámicamente le proporcionaría soluciones estéticas, en forma sucesiva, a la 275, a la 340 y a la 375, presentadas por Ferrari en 1950. Pero estas son historias más modernas. Y documentadas.
La que aquí importa permite saber que fue una Ferrari cuyo modelo, por más que se busque, no aclara ninguna documentación, ganó en el Parque Independencia. Ocurrió en nuestro país un 13 de febrero de 1949, conducida por quien sería después -y no por nada- el primer campeón mundial de conductores: Giuseppe "Nino" Farina. Un abogado que ejercía el culto de la velocidad, quien muchas veces levantaba insólitos despachos en blancos cuartos de hospital. Tantos eran los golpes que se daba.
Su espíritu, sin complejo alguno, siempre se mantenía intacto. Todo un hombre.
Exactamente, a medio siglo
Hoy, exactamente a los 50 años del día histórico para Ferrari, especialmente, el Club de Automóviles Históricos de Rosario recreará el Gran Premio de 1949. Todos los socios de la entidad se reunirán, con amigos, invitados especiales, con sus autos históricos o deportivos, frente al monumento al General Belgrano, que se levanta en el Parque de la Independencia sobre el bulevar Oroño.
Allí se encuentra el monolito que albergaba la placa homenaje al ganador de 1948, el gran corredor francés Jean-Pierre Wimille, que un grupo de entusiastas del club y del Automóvil Club Argentino colocara en 1978 y que otro día fuera sustraída.
Teniendo en cuenta esta circunstancia, se descubrirá una nueva placa "en reivindicación a Wimille" y otra recordará los 50 años del homenaje del club a Nino Farina, Enzo Ferrari y Stefano Meazza.
Después, para formalizar la excusa del encuentro, se servirá un almuerzo en el local social del club, Sarmiento 209. Desde alguna parte, el Viejo Commendadore volverá a asombrarse con la Argentina...
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