Punto de vista. Fronteras muy difusas
Por Alejandro Coccia
EEn tiempos de globalización y de fronteras un tanto difusas, el rugby parece moverse peligrosamente a gusto, además de caminar a contramano de su fama de deporte extremadamente conservador.
Para una disciplina que organizó su primer Mundial sólo en 1987 y que demoró hasta 1995 la apertura al profesionalismo, suena incongruente la irregular situación que se vive hoy, con jugadores que cambian de nacionalidad como quien cambia un cheque en el banco.
El asunto no es de ahora; si uno repara en lo que sucede con el seleccionado de Western Samoa advertirá que son contados con los dedos de una mano los rugbiers nacidos en la isla: la mayoría tiene orígenes neozelandeses y llegan a los Manu Samoa (autodenominación del equipo nacional de rugby) una vez que se les frustra la posibilidad de ser All Black.
Se trata, por supuesto, de una cuestión harto conocida y de difícil resolución, dado el grado de interrelación entre ambas naciones (Samoa fue una subcolonia neozelandesa hasta la década del ´60).
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Actualmente, el problema tiene otros matices y distintos ejemplos. En la reciente temporada internacional en las islas británicas e Irlanda se advirtió que hombres con cierto renombre de Nueva Zelanda reforzaron las estructuras de Gales (el ex All Black Shane Howarth), Escocia (el ex capitán de Otago John Leslie) e Irlanda (el ex tercera línea de Taranaki Dion O´Cuinneagain).
Es más: en la semana última hubo novedades en Australia y en Inglaterra. Los Wallabies anunciaron una nómina de preseleccionados en la que incluyeron al ex octavo de los Springboks Tiaan Strauss y en Inglaterra se especula con que podrán contar en el Mundial ´99 con otro ex Springbok: nada menos que Joel Stransky, el mismo que marcó los 15 puntos en la final del Mundial ´95 para darle el título a Sudáfrica.
Para no quedar descolocados, en los Springboks que recientemente culminaron la gira por Europa figuró el centro canadiense Christian Stewart, que actuó en los dos últimos mundiales para los norteamericanos. Y, desde luego, que no se olvida que Australia ya hizo debutar en su seleccionado al pilar argentino Patricio Noriega o que Italia armó una línea de backs multinacional, con el implacable argentino Diego Domínguez, el rumano Christian Stoica (pesadilla de los Pumas en la gira de octubre) y el australiano Matthew Pini.
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A todo esto, ¿qué indican las reglas de la International Board al respecto? Que todo jugador puede actuar para otro seleccionado si cumple con los tres años de veda (ése fue el plazo que esperó Noriega para vestir la camiseta de los Wallabies, tras haber participado para los Pumas en el Mundial de Sudáfrica ´95).
Parece una medida sensata y ése no es el punto... Es un tema espinoso, porque se corre el riesgo de atentar contra las libertades individuales de representar al país que uno quiera. Pero hay un innegable desmadre en los valores y todo indica que, como siempre, los más débiles sufren las mayores desprotecciones frente a las tentaciones monetarias que surgen de las naciones más avanzadas.
Se recuerdan, por otro lado, las penurias del futbolista Carlos Navarro Montoya -había jugado las eliminatorias del Mundial ´86 para Colombia y jamás pudo actuar para la Argentina, a pesar de haber presentado distintos recursos legales ante la FIFA- y no deja de llamar la atención la comparación con el rugby, cuyas tradiciones parecen más permeables que nunca a los intereses personales de todo tipo.
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