Fútbol y tenis en el Mayo Francés
Roland Garros , que comienza el domingo, no se inquieta por esta nueva semana de protestas contra la política de recortes del presidente francés Emmanuel Macron . Nueve sindicatos que representan a millones de trabajadores vuelven a paralizar trenes, aviones, escuelas y más. Roland Garros, en rigor, ni siquiera se molestó cuando toda Francia era sacudida por las protestas del Mayo 68. Lejos de inmutarse, ese torneo tuvo record de público. Los tenistas, que se lavaban su propia ropa, ya habían ganado su lucha. Roland Garros 68 se convertía en el primer Grand Slam profesional de la historia. Los jugadores, por fin, podían cobrar dinero por jugar, sin ocultamientos. Eso sí, el 30 de mayo, el ruido en las tribunas altera al danés Torben Ulrich –padre de Lars Ulrich, miembro fundador de Metallica– en su partido de segunda rueda ante el húngaro Istvan Gulyas. Jacques Dorfman, juez de silla, pide silencio. Pero los franceses quieren escuchar la radio. Hay millones en huelga. Fábricas y universidades ocupadas. El general Charles de Gaulle, apoyado por una manifestación de trescientas mil personas en los Campos Elíseos, anuncia que no dimitirá y convoca a elecciones en un plazo de cuarenta días.
La imagen más recordada del deporte en el Mayo Francés no es tenística, sino del fútbol. El 22 de mayo (ayer se cumplieron cuarenta años) decenas de jugadores toman la sede de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), cerca del Arco del Triunfo. Mayoría de amateurs, más profesionales como André Merelle y Michel Oriot, del poderoso Red Star fundado por Jules Rimet y periodistas de Miroir du Football, como Francois Thébaud, Francis Le Goulven, Maurice Ragonneau y Jean Norval. Encierran al secretario general Pierre Delaunay, "un vulgar Luis XVI", y a George Boulogne, "jefe de la mafia de los entrenadores". Cuelgan en la fachada el cartel "Le football aux footballeurs" (El fútbol a los futbolistas) y otro que dice "La Federación propiedad de 600.000 futbolistas". En su petitorio de ocho puntos, el flamante Comité de Acción demanda desde el fin del contrato esclavizante que vincula a un jugador a su club hasta los 35 años hasta un cambio de estilo más alegre en el juego de la selección que dirige Louis Dugauguez. Llegan adhesiones del Sindicato que lidera Michel Hidalgo y de decenas de jugadores, entre ellos Just Fontaine, mítico máximo goleador histórico de las Copas Mundiales. Raymond Kopa, ex Real Madrid, Balón de Oro 1958, hijo de un minero polaco, se convierte en líder de la protesta. "Los jugadores –decía Kopa ya en 1963– somos los esclavos del fútbol".
El deporte argentino tuvo su propio "asalto a la Bastilla". Lo cuenta, con su habitual gran pluma, el colega Alejandro Prosdocimi en "La Final". Es la final de Roland Garros 2004 que Gastón Gaudio perdía ante Guillermo Coria 0-6, 3-6, 1-3 y, tras salvar dos match point, termina ganando 8-6 en el quinto set. Un festival de gritos catárticos, autodestrucción, "Psicoanálisis a cielo abierto", "olas", 50 puntos de rating en la TV y tenis Made in Argentina. Gaudio, que pasó de ser un hijo menor con choferes, Disney, veraneos largos en Mar del Plata y rugby, a un adolescente sostén de grupo familiar, con etapas depresivas e impredecibles, de "héroe" de la Davis a "amargo", frágil y también sobrador, revés de cátedra, 44 del ranking cuando afronta 2004 de modo más profesional, psicólogo incluído, y que sorprende al mundo el 6 de junio como finalista de Roland Garros. Y, casi lo opuesto, en el otro rincón "El Mago" Coria, un peso pluma formado desde pibe para ser el rey de los pesados, con el mango justo, obsesivo y de trato difícil, que ganó en los tribunales acusaciones de doping, un fighter indestructible que se derrumbó cuando tenía lista la alfombra roja.
"La Final" cuenta miserias y virtudes de ambos contendientes y Prosdocimi, como Frank Underwood en House of Cards, nos hace cómplices con intimidades sobre su rol de testigo privilegiado. Buen tenista aficionado ( Guillermo Vilas era su Batman), periodista de oficio, describe "lo absurdamente caro" que cuesta formar el talento, especialmente para un argentino que vive en la periferia del mundo. Y que, en medio de egos, victimizaciones y pasiones desbordadas, a "las grandes cosas", solemos "arruinarlas de tanto quererlas". Vida o muerte. "Autoflagelo argento". Festejar "sobre el cadáver del enemigo". Gaudio y Coria, claro, formaron parte de La Legión argentina, una docena de tenistas siete de los cuales llegaron a top ten y que acumularon 86 títulos de ATP. Arañaron pero no ganaron ellos la Copa Davis, sino la generación siguiente, liderada por Juan Martín del Potro . Fue título y también descenso. La Legión, ya sin la raqueta, vuelve para superar la crisis. "Parecido al compromiso que tomó con el desarrollo de su deporte la Generación Dorada del basquetbol, pero con la diferencia de que aquí están ahora involucrados ellos mismos como dirigentes", me dicen en la nueva Asociación Argentina de Tenis (AAT), liderada por Agustín Calleri . También Coria (más comprometido) y Gaudio (a su modo) forman parte de la reconstrucción. Las imágenes los muestran compartiendo clínica y cena en Tandil. Más crecidos. Unidos acaso para que el tenis sea de los tenistas.ß
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