Amarga despedida
Los jugadores de España regresaran hoy a su país; en el plantel conducido por Camacho aún siguen buscando una explicación para su eliminación del Mundial
ULSAN, Corea del Sur.– “Hay que declararles la guerra a estos hombrecillos coloraos”, decía el fotógrafo. Esa eterna predisposición al buen humor siempre ayudó a los españoles a sobrellevar los malos tragos, y aquí es hora de aferrarse otra vez a esa filosofía. Porque cuando todo se preparaba para la retirada al día siguiente de la polémica derrota ante Corea del Sur por las semifinales del Mundial, todavía perduraba el sabor amargo que siempre da el sentirse víctima de una injusticia.
El mediodía gris y fresco en Ulsan vistió una de las típicas formalidades orientales: en el Seobu Training Center –fue el búnker español durante la Copa del Mundo– se armó una especie de despedida-agradecimiento mutuo hacia el plantel de José Antonio Camacho.
Deseamos la victoria del seleccionado español, decía la bandera de bienvenida todavía desplegada por el personal coreano en la entrada del lugar, un rastro que ahora parece perdido en el tiempo de lo que duró la ilusión. Los periodistas españoles la miraban y sonreían. Acaso como para levantar el ánimo o quizá en un gesto de candidez, alguien eligió hacer sonar El puente sobre el río Kwai como música de fondo. El ritmo alegre de la marchita no hacía otra cosa que multiplicar los cruces de miradas pícaras.
Hubo, como suele haber, palabras corteses de uno a otro lado, hubo una plaqueta descubierta, hubo gestos mutuos de cordialidad. Pero detrás de todo eso, mientras los aplausos y los apretones de mano se robaban la atención de las cámaras fotográficas, subyacía una corriente de voces y comentarios que pintaban el verdadero ánimo general.
Como lo describió Javier Lozano, uno de los ayudantes de Camacho: “Es como si te hubieran quitao la cartera en el metro”, bromeó mientras el breve acto seguía su curso.
Ahí adelante, el dirigente Juan Padron, de la Federación Española, ensayaba un minidiscurso en el que agradecía las atenciones recibidas desde que su selección llegó al país. Después les tocó hablar al viceministro de Deportes de España, Juan Antonio Gómez Angulo, a un Camacho con expresión casi ausente y a Fernando Hierro, camisa celeste fuera del jean, sonrisa formal y gesto de “ya me la veía venir” cuando el anunciador lo invitó a decir unas palabras. Ya lo había dicho el propio jugador de Real Madrid y lo ratificó Padrón: fue su despedida con la camiseta española, un adiós distinto de lo deseado.
Lo que verdaderamente se siente en la intimidad de la delegación que ya pega la vuelta para su país lo expresó Gerardo González, secretario de la Federación Española: “Estos arbitrajes generan dudas de credibilidad. A nosotros nos han hecho daño, pero al fútbol lo han dañado mucho más”, dijo.
Y fue más allá, sobre cuestiones que hacen a la organización de los mundiales y de cómo pueden prestarse a suspicacias. “Hay que cambiar el sistema de disputa, porque puede dar lugar a especulaciones. Si hubiéramos querido, nosotros nos habríamos dejado ganar en el tercer partido de la zona para no tener que jugar contra Corea, pero jugamos limpio. La FIFA tiene que reflexionar.”
Con pocas ganas, con el agrio gusto de la derrota generada por factores inmanejables, era hora de ir preparando lentamente las valijas.
El domingo fue día libre para el plantel; algunos lo aprovecharon para dormir, otros para salir de compras. Ayudaron a levantar el espíritu las llamadas del rey Juan Carlos y del presidente Jose María Aznar, desde Madrid, que coincidieron en transmitirles al técnico y a los jugadores el “orgullo” que sentían por el desempeño del equipo. Su majestad recibirá a la delegación en Barajas, cuando arribe en la tarde de hoy de España (la mañana de nuestro país) tras partir en un vuelo especial desde Busan. Será hora de empezar a archivar otra frustración.
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