Messi agregó otra decepción a su obsesiva búsqueda de un título con la selección argentina
El hechizo sigue sin romperse. Otro campeonato pasó para Lionel Messi, que sigue sin ganar títulos con el seleccionado mayor. La Copa América de Brasil, esa en la que el capitán había dicho que la Argentina no era favorita, se terminó en las semifinales, pese a que aún resta el partido por el tercer puesto. Poco le importará ese premio consuelo a Messi, que ya con 32 años ve como la posibilidad se escurre entre sus dedos. La rueda de la fortuna girará otra vez el año que viene entre Colombia y la Argentina. Claro que quién sabe que pasará por entonces.
La tarea de Messi en la Copa, como la de toda la Argentina, fue de menor a mayor. Porque el capitán jugó anoche el mejor partido en lo que va del certamen. Más dinámico y participativo, encendió el ataque con esas corridas eléctricas tan características de él. Estuvo cerca del gol en el segundo tiempo, con un remate que se estrelló en el poste derecho y, en el rebote, con un centro que recorrió la línea de izquierda a derecha. Era cuando Messi empezaba a ser Messi. Incluso después generó varias infracciones cerca del área brasileña. De hecho, Alisson le contuvo un tiro directo al ángulo. Hasta que el segundo gol de Brasil resultó demoledor.
Esta Copa ya guarda demasiadas curiosidades para Messi. Por primera vez no tuvo luz propia e igual la Argentina trató de arreglárselas sin su imaginación. Pero hasta aquí. De los viejos compinches solo le quedaron Sergio Agüero y Ángel Di María, y así tuvo que acoplarse a una renovación que se intuía desde el final de Rusia 2019. Fue aclamado por el público brasileño y hasta el Maracaná intentó quedarse con sus huellas en el cemento para la galería de las estrellas. Pero la imagen que quedó grabada a fuego para los argentinos fue su capitán entonando el himno frente a Venezuela y, anoche, en el Mineirão. Tema trivial, pero controvertido, finalmente quedó agotado. "Bueno, tenía ganas, y lo canté", explicaría después del partido contra los caribeños.
El derrotero de Messi por la Copa América es largo, con tres finales sobre cinco participaciones. Todo empezó allá por 2007, con apenas 20 años cumplidos, bajo la batuta de Alfio Basile y dentro de un equipo en el que lejos estaba de ser la estrella. Las diferencias generacionales salieron a la superficie y, con jugadores de la talla de Juan Román Riquelme, Juan Sebastián Verón, Esteban Cambiasso, Fernando Gago, Javier Zanetti, Roberto Ayala y Gabriel Heinze, entre otros, al por entonces ya crack de Barcelona le costó integrarse y desarrollarse. En el 4-0 ante Perú, por los cuartos de final, marcó su primer tanto en el certamen. La derrota 3-0 con Brasil en el partido decisivo quedó como el primero de los grandes mazazos que el rosarino recibió con la camiseta albiceleste.
La única vez que Messi no llegó a la final el campeonato sudamericano fue en 2011, justamente, en la Argentina. El N° 10 la pasó bastante mal frente a su público, entre actuaciones pálidas y, sobre todo, reproches y abucheos. El plantel nacional que acorralado por las grietas. La gente señalaba a Messi por sostener el mismo rendimiento que en España. Y el plantel convivía bajo un clima enrarecido, sobre todo, por la convocatoria a último momento de Carlos Tevez por una presunta recomendación de Julio Grondona al DT Sergio Batista. Tan atípica fue la competencia para Messi que también quedó en el recuerdo por el entredicho que tuvo con Nicolás Burdisso en el entretiempo del 0-0 con Colombia, en Santa Fe.
Chile 2015 y Estados Unidos 2016 despertarían idéntica sensación para Messi: tristeza y frustración. Mucho más después del desquite que buscaba tras el segundo puesto en el Mundial de Brasil, tras la derrota con Alemania por 1-0. Dos subcampeonatos frente a los chilenos, ambos por penales, lo dejaron con la vista clavada en el piso. Es más, en la última hasta renunció al seleccionado en un rapto de pura impotencia. "Esto no es para mí", se lamentó después de aquella definición en la que, incluso, falló el primer remate de la serie. Sí, justo él. Sentía el doble de responsabilidad por la ascendencia que hacía rato se había ganado en el grupo y por ese deseo irrefrenable de ganar un título con el seleccionado. Rabia. Otra vez masticó rabia.
Messi tuvo varias oportunidades de consagrarse campeón con la Argentina. Nueve, exactamente, entre mundiales y copas América. Siempre algo se cruzó en el camino para impedírselo.