Opinión / Un campeón con estilo. Auténtico Argentinos de Borghi
"Me habló, y cuando me habló, dije: «Este tipo es diferente»." Como en el caso de Claudio Borghi resulta imposible separar a la persona del personaje –simplemente, porque son la misma cosa–, esa frase de Mariana, su mujer, para confesar qué fue lo que sintió al conocerlo, bien podría haber sido pronunciada por alguno de sus jugadores, para explicar por qué lo respetan y le responden, o por algún periodista, para revelar por qué lo admiran y muchos se alegran por su éxito.
Se parecen mucho Borghi y Argentinos. Provocan lo mismo: cierta simpatía, más allá de las rivalidades obvias del fútbol y, también, de algún chisporroteo mediático.
Se parecen tanto, en un punto, que no parece casual que quien fue una de sus máximas figuras en el último título logrado, hace 25 años, sea ahora su conductor desde fuera de la cancha. Pero no se trata, en este caso, de una comparación que intente equiparar el nivel de juego y de nombres de aquel equipo y de éste. Al fin y al cabo, el propio Borghi se encargó de marcar las diferencias: "Aquel era más brillante. Este es más humilde...".
Las coincidencias, en todo caso, pasan por otro lado: tienen más que ver con la esencia, con la forma en que se gestaron las cosas.
De aquel Borghi que deslumbraba con su talento a mediados de los 80, nadie, o sólo unos pocos, imaginaban que podía ser DT: la mayoría, en cambio, creía ver en su desenfado cierta irresponsabilidad por lo táctico, y en sus declaraciones, un desapego por el fútbol que lo llevaría a abandonarlo apenas dejara de jugarlo.
Por este Argentinos, nadie, o sólo unos pocos, apostaban que podía ser campeón: la mayoría, a lo sumo, pronosticaba una temporada de transición, con la lupa puesta en ese hombre que volvía a tener una chance después de tropezar en un grande y quedaba al mando de un grupo de jugadores para recuperar.
Transformar defectos en virtudes y necesidades en ilusiones son otras cosas que unen a conductor y conducidos...
"Yo le pegaba de rabona porque no sabía patear de zurda. Convertí un defecto en una virtud", ha dicho Borghi de su jugada más famosa.
"Empezamos tratando de zafar del descenso, pero nos dimos cuenta de que, luchando para sumar, estábamos jugando como campeón. Convertimos una necesidad en una ilusión", han coincidido la mayoría de los jugadores a la hora de justificar el título.
El domingo, mientras Estudiantes allá en Santa Fe metía presión con su incuestionable grandeza, aquí, en Parque de los Patricios, Argentinos la asimilaba con la misma serenidad que su DT transmitía desde el banco.
Tal vez, para que estuvieran tranquilos, les hizo lo que el llama El test de la final Intercontinental del 85, que Argentinos perdió con la Juve: "Siempre pregunto quiénes jugaron la final anterior y la del siguiente; casi nadie se acuerda. Eso significa que no siempre lo más importante es ganar, sino cómo hacés las cosas".
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