La Copa Toyota Libertadores. Boca gozó en un superclásico antológico
El plantel xeneize se hizo fuerte por su temperamento; mantuvo la calma en los momentos difíciles y celebró como nunca
La rueda mágica de Boca no se acaba nunca. Otro año, otra final, otra victoria que prolonga la paternidad sobre River. Sigue siendo la pesadilla millonaria. Esta vez con los históricos ribetes de celebrar en la cancha de su rival de siempre, pero más visitante que nunca sin aliento de su gente. Y encima con un jugador menos en gran parte del segundo tiempo. Así se encontró con una victoria casi heroica, una especie de Monumentalazo.
Ganó uno de los partidos más hablados de la historia apelando a sus argumentos de siempre: la garra, la resistencia, la defensa feroz. Pero fundamentalmente, con un temperamento que River no supo manejar. Boca fue todo serenidad cuando la situación que lo rodeaba era lo más similar a una olla a presión disparando vapor por cada hendija. Rostros tensos por la circunstancia, pero seguros de haber pasado por situaciones similares una y mil veces.
Y esa táctica la empezó a emplear en el ómnibus. Porque después de un partido muy caliente en la Bombonera, la estrategia de Boca tuvo intenciones de enfriar el clima desde temprano. Llegó con anticipación y los jugadores hicieron el calentamiento precompetitivo en la cancha una hora y media antes del pitazo inicial. Y allí brotaron los primeros insultos de los hinchas de River, pero atenuados por la lejanía del partido. Fue un claro intento por explorar el nivel de dificultad del rival externo, dueño del ciento por ciento de las tribunas por esta extraña determinación de jugar sólo con hinchas locales.
Y sólo al final se dio el gusto de soltar ese insitnto ganador que lleva en la sangre. Lo reflejó el grupo de jugadores apiñados en el centro de la cancha, que revoleaban botellas de agua y sólo podían mirar hacia el centro de la ronda de festejos, sin poder compartir esta vez con su gente. Y el mensaje escrito en la puerta del vestuario, con el mismo mensaje del afiche: "Casi, casi, clasifican (arañando)".
Bianchi también se sumó al festejo, aunque más mesurado. Pese a que alcanzó la cuerta final consecutiva con Boca en la Libertadores, su disfrute fue más recatado. Como siempre.
Boca se quedó el superclásico más dramático de la historia. Será inolvidable para los hinchas. Son otros jugadores, equipos distintos, pero siempre con Bianchi en el banco. Ya nadie puede explicar cómo hace para prolongar tanto esta mística. Pero ayer se convirtió en finalista porque fue el que mejor controló la furia.
El Mellizo: "Ganamos de guapos"
Si bien la mayoría de los jugadores de Boca celebró con serenidad, el Mellizo Barros Schelotto fue el más descontrolado en el festejo. Desde la cancha, intercambió insultos con el ayudante de campo de River Hernán Díaz cada vez que pudo y al final se desató: "Esto se lo dedicamos a todos los jugadores de River que hicieron quilombo en el primer partido. No tienen pel... Es una de las mayores alegrías que tuve, lo ganamos de guapos cuando ellos quisieron ensuciar el juego. Subestimaron al campeón del mundo".
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