Boca y River, opuestos también en las repatriaciones
La salida de Saviola, sumada al retiro de Aimar, contrasta con el presente fulgurante de los xeneizes, que sueñan con alzar la Copa Libertadores de la mano de Tevez y Osvaldo
En la conquista del último título River entona un tango de Gardel. Volver con la frente marchita es una melodía que se repite con demasiada frecuencia para el gusto del hincha y ante la inquebrantable ambición de éxito. Sobre todo cuando, del otro lado del fervor, a Boca le funciona de perillas la fórmula de la repatriación.
Cuando Pablo Aimar admitía con hidalguía que ya no estaba en condiciones de continuar alimentando su sueño de banda roja, el estelar Carlos Tevez desembarcaba en un momento rutilante de su carrera, campeón en Italia con la Juventus y devuelto a la selección.
Ahora, que Javier Saviola le pone punto final a su árido retorno a Núñez, un regreso desierto de goles y sin sonrisas que regalar, el que reaparece por la Bombonera es el desprejuiciado Daniel Osvaldo, que deja de coquetear con el fútbol europeo porque se siente en deuda con las redes locales.
Ambas realidades producen un contrapunto remarcable. River alcanzó la final del Mundial de clubes como cierre de un año sensacional, pero ahora está embarcado en un proceso de reconstrucción, como lo admitió su entrenador Marcelo Gallardo a la vuelta de Japón.
En ese proceso, seguramente, terminan de plegarse y guardarse las intenciones de Saviola, ya un veterano de 34 años y una década y media en los campos de juego, que edificó su carrera prestándole tanta atención al desafío deportivo como a la recompensa.
Aimar y Saviola, dos de los Cuatro Fantásticos -los otros dos eran Ariel Ortega y Juan Pablo Ángel- que le proporcionaron a River las gruesas alegrías de finales de siglo pasado, fracasaron en su intención de reeditar algo de aquella gloria. Uno llegaba de jugar en un equipo malayo; el otro, de languidecer en el Hellas Verona.
Al cordobés lo traicionaba el físico desde hacía años: su tobillo requirió tres intervenciones quirúrgicas. Se la jugó con el corazón, tuvo hasta el noble respaldo de su amigo Juan Román Riquelme, pero no pudo vencer a la exigencia. Gallardo lo descartó en el camino a la conquista de la última Libertadores y Aimar entendió que esa última cuesta era imposible de superar: "No quiero ocupar un lugar que seguramente es para otros muchachos. Por eso decidí dejar de jugar profesionalmente".
Por el contrario, Saviola retornó sin secuelas físicas. Dispuso de la confianza del entrenador al punto que actuó en once partidos como titular; sin embargo, no pudo retribuirla. La falta de gol terminó pesándole y, en ese contexto, su renuncia final encierra un sentimiento parecido al que experimentó Aimar: no tenía lugar en este plantel. "Luego de analizar mi situación actual con el cuerpo técnico, tomé la difícil decisión de no continuar jugando en River", comunicó ayer. "Hubiera deseado tener un final distinto" reconoció. En las recetas de Gallardo la nostalgia no figura entre los ingredientes.
El rol de Rodolfo Arruabarrena en Boca transita otro andarivel. El técnico recibió a Tevez con los brazos abiertos y lo hizo eje del cierre de la campaña que derivó en la conquista del último título; y aunque su política de rotación permanente en el primer semestre de 2015 confinó a Osvaldo a los partidos por la Libertadores –y todavía se le reprocha no haberlo incluido en el partido de ida de los octavos de final en el Monumental-, insistió para contar nuevamente con su concurso. Durante este breve exilio europeo, el ex integrante de la selección italiana jugó 12 partidos en el Porto, con un solo gol. Lo que nunca se apagó fue su ánimo de retorno, exteriorizado ayer en todo momento junto a Tevez en la práctica en Cardales, lo que entusiasma a los fanáticos auriazules.
jt
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