Opinión. Borghi, el eslabón perdido del 86
Mucho es lo que se habló de la generación de futbolistas campeones del mundo en 1986 reconvertida en directores técnicos del siglo XXI. Varios de ellos actuaron como una logia en reclamo de la conducción de los seleccionados argentinos. El pedido de reivindicación fue atendido con las designaciones de Maradona, Enrique, Batista, Brown, Garré y Olarticoechea en los diferentes equipos nacionales. Otros, como Pumpido, Ruggeri, Burruchaga, Trobbiani y Clausen, se forjaron una carrera de entrenadores en clubes. Valdano y Passarella dieron el salto a puestos jerárquicos.
Pasa casi inadvertido que Borghi también integró aquel plantel en México 86. Es cierto que el Bichi no está impregnado de aquella mística ni del ideario de Bilardo. Su perfil futbolístico no encajó en la estructura del equipo. Fue titular ante Italia y Bulgaria (en ambos partidos fue reemplazado) y no volvió a aparecer en la formación en el resto del torneo. Siempre se mostró con la personalidad suficiente para no adherir al riñón bilardista por mero oportunismo exitista. Hizo lo que le indicaban sus convicciones.
Borghi demostró ser un espíritu libre, reacio a los encasillamientos. Como futbolista, pasó por 15 equipos de seis países. Su vida echó tantas raíces en Chile que le cuesta seguir en la Argentina, aun con la posibilidad concreta de ser bendecido por la gloria el próximo fin de semana. Su regreso a Buenos Aires, más allá del paso en falso en Independiente y el gran suceso en Argentinos, significó un aporte de valor. Sus comentarios públicos contribuyen al debate futbolístico, toma distancia de las cotidianas histerias de nuestro fútbol y no se deja llevar por los cambiantes humores del último triunfo o derrota.
Si se consagra el domingo frente a Huracán, Borghi será otro nombre en la renovación del paisaje de los DT campeones de los últimos años. No sólo los equipos grandes resignaron la posición dominante en la competencia local. La transformación también abarca al posicionamiento de los entrenadores. Nuevos nombres ganan espacio y consideración, rompen con algunas dinastías. Cualquiera de los dos, Borghi o Sabella, será campeón por primera vez de un torneo argentino. Como en los certámenes precedentes lo fueron Falcioni, Gareca e Ischia.
Hoy resulta poco imaginable ciclos exitosos como los de Ramón Díaz en River o Bianchi en Boca. El último que se encaminaba a marcar una época fue Basile en su primer período en Boca, pero la marcha hacia el tricampeonato 95/96 se cortó cuando aceptó la propuesta para dirigir el seleccionado. Dentro de pocos días, la novedad puede pasar por Borghi, el eslabón perdido de la generación del 86.
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