Burzaco: de fugitivo a acusador
Alejandro Burzaco pasó de la circular roja de Interpol a responder las preguntas de los fiscales neoyorquinos. De declararse culpable y dejar millones de dólares como fianza a incriminar a otros que, durante años, jugaron como él el partido del poder. El gol de Burzaco era hacer negocios con los derechos de TV. El de los dirigentes, con sus propios bolsillos.
Burzaco, que no hablaba antes del FIFAgate pese a ser CEO y accionista de una productora televisiva, tampoco habló después. Hasta ayer, la única declaración pública la había dado su abogado, Mariano Mendilaharzu: "Mi cliente no es un hombre bomba".
Desde su extradición, en agosto de 2015, Burzaco vivió en Manhattan y respondió el llamado de los funcionarios cada vez que lo requirieron. Burzaco hizo su trabajo. Que, en definitiva, es su propia estrategia para salvarse del traje de presidiario.
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