Con oficio, a la final
Un gol de Ballack le dio la victoria a Alemania por 1 a 0 sobre Corea del Sur; el domingo, en su séptimo match decisivo, buscará el tetracampeonato frente al ganador de Brasil v. Turquía
SEUL.- Los jugadores pasan, los estilos se modifican, las tácticas se reemplazan... Pero Alemania siempre está allí , burlándose de esos jugadores malabaristas o de esas revoluciones teóricas que nacen en los pizarrones y se intentan trasladar al campo de juego.
Fiel a su estilo, el equipo germano impuso su poderío físico y derrotó por 1 a 0 a Corea del Sur en una de las semifinales. Ahora lo espera Yokohama, donde el domingo, a las 8 de la Argentina , Alemania jugará su séptima final frente a Brasil o Turquía.
La tristeza coreana, que paradójicamente puede definirse como la eliminación menos dolorosa de la Copa del Mundo, se opuso a la fría alegría alemana. Un abrazo, una felicitación y los brazos levantados marcaron el saludo de Oliver Kahn y sus compañeros.
"Son así", dicen los que no piensan como alemanes; éstos, en cambio, piensan: "La final se juega el domingo".
Con esa mentalidad, Alemania se enfrentó con Corea y así planificó el partido. El técnico Rudi Völler sabía que el primero que marcara un gol ganaría y que un descuido del adversario sería la llave ideal para conseguir la clasificación.
Y así fue: Corea perdió una pelota en la mitad de la cancha, Schneider lanzó un largo pase a Neuville y éste -igual que los punteros de otras épocas-, envió un centro rasante que encontró a los coreanos descolocados y a Michael Ballack en neta posición de gol.
Se jugaba el minuto 29 del segundo tiempo y por más intentos que hiciese de ahí en más Corea, Alemania ya le había puesto punto final al partido. Su arma letal, el cabezazo, quedaría para otra oportunidad, aunque no faltaron intentos para utilizarla.
El tiempo de los locales para ponerse en ventaja ya había pasado. Aquellos 15 primeros minutos, en los que tuvo dos claras situaciones de gol en favor no volverían a repetirse jamás, porque Alemania se ordenó defensivamente y porque los delanteros coreanos dejaron de tener presencia en el área germana.
El incansable despliegue de Hamann, que jugó lesionado, le cortó el circuito que propuso Sang Chul Yoo y Chong Gu Song en la mitad de la cancha. Así, Alemania marchó tranquila por el colmado estadio de Seúl, y si sufrió algún que otro susto en el área, Kahn se encargó de mantener en pie a sus compañeros.
Entre las curiosidades que entrega este impensado finalista, que consiguió la clasificación al Mundial tras derrotar a Ucrania en el repechaje y que en los amistosos previos acumuló más críticas que elogios (además de haber alcanzado el cotejo decisivo sin haberse enfrentado con ningún rival de peso ), vale rescatar dos puntos bien opuestos.
Uno está en el arco propio y el otro en el ajeno. Para el primero, hay que mencionar que desde que Alemania comenzó la segunda rueda no le marcaron goles (superó a Paraguay, los Estados Unidos y Corea del Sur siempre por 1 a 0).
Para el segundo, vale decir que de aquel comienzo arrollador frente a Arabia Saudita, a la que venció por 8 a 0, ya nada quedó, pues desde ese cotejo en adelante sólo marcó seis goles en cinco partidos (1 a 1 con Irlanda, 2 a 0 ante Camerún, más los partidos mencionados). Además el goleador Miroslav Klose, que convirtió cinco tantos y todos de cabeza, no festeja desde que abandonó Japón; y vaya que se extraña.
En un encuentro que enfrentó al veterano y al novato, la historia no les dio lugar a quienes buscan un nuevo espacio dentro del fútbol moderno de este nuevo siglo. Es que para los alemanes el tiempo no pasa y por más que los estilos varíen, que las tácticas cambien y que los jugadores malabaristas sigan apareciendo del otro lado del Atlántico, para ellos la potencia física sigue marcando la diferencia y frente a Corea quedó una vez más demostrado.
Por eso, sencillamente, Alemania volvió al primer plano y sueña con un grito más. El que le permita levantar la Copa del Mundo y festejar como el mejor.
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