Copa América. Ricardo Gareca, de esperar el llamado de la selección argentina a llevar a Perú a la final
Una historia de villano y héroe. El fútbol tiene giros inesperados. Lo sabe Ricardo Gareca, porque lo vivencia en la mente y lo siente en el cuerpo. Ayer y ahora. En la Argentina y en particular en Perú, el destino lo empujó a ser un prócer futbolístico. Con una definición agónica, en la fría tarde del 30 de junio de 1985, en el Monumental, clasificó a la selección al Mundial de México 1986; aquel 2-2 resultó la llave para la posterior consagración de Diego Maradona en el estadio Azteca y, a la vez, el inicio de un camino oscuro para el fútbol peruano. Pasó el tiempo, transcurrieron décadas, el Tigre colgó los botines y se convirtió en director técnico. Y ensayó el camino inverso: con el buzo de entrenador rescató de las penumbras a Perú. Y durante un mes se ilusionó con recibir un llamado para dirigir a la selección, la Argentina, una invitación que desde la Asociación del Fútbol Argentino nunca llegó.
La pelota viaja cada vez más rápido. Fiel a su estilo, Gareca prefiere la pausa, no apresurarse. Ni en las peores derrotas, como tampoco en los grandes éxitos. La Copa América de Brasil expuso, en apenas 11 días, las razones por las que el seleccionador no desea subirse a ese juego en donde manda el vértigo. El Scratch lo vapuleó con un 5-0 en San Pablo y a punto estuvo de dinamitarle la clasificación a los 4tos de final; arreciaron las críticas, los reproches y hasta el calificativo de derrota vergonzosa. Reflexivo, el Flaco dejó su marca frente al ataque visceral de un periodista: "Usted en lugar de hacer una pregunta hizo una introducción. Una definición de lo que usted piensa. Entonces, ya se contestó usted mismo. Usted mismo pregunta y usted mismo se contesta. Qué le puedo decir, si ya hizo un análisis del partido usted mismo, ¿para qué voy a responder yo?", fue la respuesta de quien terminaba de protagonizar la peor derrota del ciclo, que se compone de 61 partidos, una cifra que ningún director técnico logró en el banquillo del seleccionado peruano.
El sufrimiento y la incertidumbre desaparecieron a las 24 horas con la derrota de Paraguay frente a Colombia. La llave lo emparejaba con Uruguay, al que eliminó en definición por penales, después de empatar 0-0 y de encontrar en el VAR a un defensor extra: el árbitro Néstor Pitana le anuló tres festejos a los charrúas. La siguiente estación era Chile, rival histórico, más allá del deporte: la Guerra del Pacífico o del Salitre, entre 1879 y 1884, el motivo de las diferencias y la desconfianza.
Chile aparece seguido en la hoja de ruta de Perú y ahora en la de Gareca. Fue en Temuco, por la Copa América 2015, la primera experiencia del Tigre como DT de la selección peruana: un estreno con caída ante Brasil en la que asomaron piezas que hoy se ofrecen como figuritas estelares de lo que es un verdadero proyecto: Paolo Guerrero, el arquero Pedro Gallese, los defensores Luis Advíncula y Carlos Zambrano, los volantes Yoshimar Yotún, Josepmir Ballón y Christian Cuevas… Chile terminó con la euforia en las semifinales, al imponerse 2-1 en el estadio Nacional de Santiago. Un año después, la Copa América del Centenario, en los Estados Unidos, no arrojó mejores resultados, aunque fue el escenario para el fin de ciclo de futbolistas históricos como Claudio Pizarro y Juan Manuel Vargas.
Entre las dos Copa América, las eliminatorias para Rusia 2018. Un arranque pésimo, con una cosecha de 8 puntos en 10 partidos, provocaban desaliento. No se inquietó Gareca, que en enero de 2017, en Quito, le confesaba a la nacion cuál era su proyección para la Copa del Mundo: "Me conformaría con tener la posibilidad de pelear el quinto lugar, es lo más viable para nosotros en este momento". Un sprint de 21 puntos sobre 33 en juego, la resolución del TAS como aliado en el fallo del partido con Bolivia –había terminado en derrota– le ofrecieron esa oportunidad a la que se aferraba: jugar el repechaje con Nueva Zelanda, una serie que se definió con un 2-0 en Lima. El resultado rompió con el estigma de 36 años sin presencia en mundiales. Una aventura única, aunque el recorrido no alcanzó para superar la etapa de grupos. Treinta días de vacaciones, un tiempo en el que los peruanos deseaban apurar la firma del nuevo contrato, porque el apellido Gareca tomaba vuelo para reemplazar a Jorge Sampaoli en la Argentina. "Que te nombren siempre es gratificante", avisaba el Tigre, de 61 años.
El 2 de marzo de 2015, sin ninguna experiencia al frente de una selección y después de salir herido y frustrado por la floja campaña en Palmeiras, de Brasil, donde las ocho derrotas en 13 partidos lo eyectaron del puesto, Gareca fue presentado por Juan Carlos Oblitas como el entrenador de la Federación Peruana de Fútbol. El director deportivo conocía el trabajo de quien con Universitario ganó el torneo Apertura 2008 de Perú; también porque hizo un seguimiento de la tarea en Vélez, donde Gareca dio cuatro vueltas olímpicas y potenció a futbolistas juveniles. Cuatro años después, el proyecto, ese que trastabilló cuando Edwin Oviedo, el expresidente de la FPF, fue detenido por ser el presunto cabecilla de la organización criminal los Wachiturros de Tumán, sigue ofreciendo resultados: el 3-0 sobre Chile devuelve tras 44 años a Perú a la definición de una Copa América.
"Una vez que se llega a una final, lo único que queda es ganarla", sentenció Gareca, con mesura, después de superar a Chile. El domingo, en el Maracaná, Brasil, el rival con el que debutó oficialmente en Perú y el que lo castigó con la peor derrota, le volverá a tomar el pulso. El Tigre, una buena persona, como lo definen en un ambiente cada vez más irritante, ya protagonizó un puñado de éxitos rutilantes. Cambió a Perú, le recuperó la fe y la autoestima; solo le falta darle una corona.
Estadísticas en contra para Perú: 34 años sin victorias en Brasil
La historia y la condición de anfitrión imponen a Brasil como favorito en la final de pasado mañana en el estadio Maracaná. Las estadísticas enseñan un fuerte desequilibrio: en 44 partidos, el Scratch apabulla con 31 triunfos, por sobre apenas cuatro que logró el seleccionado que dirige Ricardo Gareca. La última vez que Perú se retiró victorioso del territorio brasileño fue en 1985, cuando ganó 1-0, con gol de Julio César Uribe, en un partido amistoso que se disputó en Brasilia. En cotejos oficiales, hay que retrotraerse a 1975, cuando se impuso por 3-1, en Belo Horizonte, por la Copa América, un certamen que no tuvo sedes fijas y que significó el único título peruano.
Con Tobar en la cancha y Bascuñán en el VAR. El árbitro chileno Ricardo Tobar fue designado por la Conmebol para dirigir la final; el VAR, a cargo de su compatriota Julio Bascuñán.
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