Copa Libertadores: si se juega el sábado 17, River podría recuperar a Ponzio y Scocco
Fue un sábado atípico y River vivió una jornada a pura incertidumbre hasta que el clásico por la primera final de la Copa Libertadores ante Boca finalmente se suspendió. El plantel pasó la noche del viernes en Cardales, donde estaba concentrado desde el miércoles por la noche, y el sábado a las 11.30 partió hacia el Monumental. Luego, pasado el mediodía, llegó a Núñez para almorzar y partir a la Bombonera a las 14.45 con el banderazo previo que había organizado la Subcomisión del Hincha para apoyar al equipo. Pero todo cambió.
Los fanáticos que se acercaron hasta la Avenida Udaondo debieron contentarse con alentar en la llegada, porque el micro hacia La Boca nunca salió: pese a que estaba encendido y listo para arrancar, los jugadores nunca subieron al colectivo debido a las distintas especulaciones por la posible suspensión o postergación del horario.
Finalmente, a las 15:21 llegó la confirmación oficial de la suspensión a través de un tuit de la cuenta oficial de la Conmebol Libertadores, cuando algunos dirigentes todavía no estaban enterados. Ante la situación, se reprogramó la agenda, pero se decidió no volver a Cardales y realizar un día más de concentración en el Monumental. Para mañana, la partida está prevista para las 13.45 tras el almuerzo (si se juega).
Para no perder el día, Marcelo Gallardo dispuso un entrenamiento vespertino en el gimnasio del club, con una pequeña particularidad: la utilería, que ya había preparado todo en el vestuario visitante de la Bombonera, debió enviar en un remis dos bolsones con zapatillas mientras desmantelaban y guardaban todo para emprender el regreso.
Es que fue un día intenso y caótico que no tuvo ni un gramo de fútbol. Así, fueron los dirigentes quienes vivieron el frenesí, a puro llamado y mensaje. Pero no hubo reclamos, protestas, pedidos o declaraciones: se aceptó la suspensión y el cambio de día y horario.
A la espera de lo que sucederá hoy, para el Millonario lo ideal era la reprogramación para el sábado 17, durante la fecha FIFA, ya que crecían las chances de que tanto Leonardo Ponzio (distensión en el isquiotibial izquierdo) como Ignacio Scocco (contractura en el gemelo derecho) pudieran decir presentes. Hoy, lo más probable es que ninguno de los dos esté en el banco de suplentes.
Más allá del deseo, la lógica indicaba que disputar un partido con las condiciones climáticas de ayer y en un campo de juego anegado por el agua era un riesgo absoluto para la integridad física de los jugadores. Y hasta desvirtuaba el juego: por el estilo y la idea que ha mostrado River durante todo el año, de presión alta, intensidad, conexiones rápidas y buen manejo de la pelota, para los dirigidos por el Muñeco hubiera sido perjudicial enfrentar a Boca en esas condiciones.
Algo similar ocurrió el 5 de octubre de 2014 en la fecha 10 del Torneo Transición, con la diferencia de que esa tarde el árbitro Mauro Vigliano decidió que el partido se lleve a cabo pese a las fuertes tormentas en un Monumental repleto de agua y con una pelota que no picaba en determinados sectores.
En aquel clásico, que terminó 1-1 con goles de Lisandro Magallán y Germán Pezzella, River llegaba envalentonado por su buen andar en el campeonato y la Copa Sudamericana y además mostraba un gran nivel futbolístico, quizás el mejor del ciclo Gallardo. Pero el estado del terreno impidió ver buen fútbol y el encuentro se terminó definiendo con un gol de pelota parada de Boca y un festejo agónico de River, después de que el Muñeco decidiera poner al marcador central de N° 9.
Hace cuatro años, todo fue antinatural. "Me voy con bronca porque no se pudo jugar al fútbol, lamentablemente para el espectáculo", dijo Gallardo tras la igualdad de aquella tarde. Esta vez, la suspensión evitó otro superclásico desvirtuado. Y para River, a priori, fue un alivio.
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