Cristian Pavón volvió a ser clave en Boca y está en la selección, pero no se conforma: se entrena más para mejorar la definición
La mejor noticia del fin de semana para Guillermo Barros Schelotto no fue el triunfo de Boca ante Vélez 3-0, tampoco haber llegado al partido 100 como DT xeneize. La sonrisa al Mellizo se le dibujó porque Cristian Pavón, el delantero que viajó con la selección a Estados Unidos para los amistosos ante Guatemala y Colombia, volvió a ser determinante. Es que no es casualidad que Boca haya dado una pobre imagen en el arranque de la temporada, incluso la noche reciente en Paraguay en la que venció a Libertad (4-2) para clasificarse a los cuartos de final de la Copa Libertadores. Tampoco lo es que el domingo ante Vélez, por la Superliga, haya mostrado una mejora futbolística. Para el entrenador, un tema está relacionado con el otro.
Sería injusto y equivocado señalarlo como el gran responsable de ambas cosas, pero tampoco hay que dar vueltas: Pavón tiene mucho que ver. ¿Por qué? Boca se (mal) acostumbró a verlo brillar en un equipo que generalmente se impone en los partidos por la diferencia de su jerarquía individual. Barros Schelotto, más allá de su debilidad hacia él, sabe por qué lo utilizó como titular en 69 encuentros consecutivos desde julio de 2016 a mayo de 2018. El andar exitoso empezó a depender de su explosión en ataque, con goles y asistencias, solidaridad para retroceder y colaborar con la marca y compañerismo fuera de la cancha. Como en los últimos días: la Libertadores lo despertó y ante Vélez dejó atrás un momento preocupante que arrastraba desde Rusia.
En tierras guaraníes su nivel se mantuvo estancado, pero le puso el toque final a una pintoresca jugada para igualar un trámite que se había puesto adverso. No es casual que su aporte en el certamen continental haya repercutido para bien tres días después: en las noches especiales de Copa adopta papeles trascendentales, lo motivan. Así es como ante el Fortín fue el mejor de su equipo convirtiendo el primer gol, asistió a Carlos Tevez para que le hicieran el penal que derivó en el segundo y la gente se rompió las manos aplaudiendo cada retroceso suyo, lleno de incansables esfuerzos y con recuperaciones constantes de posesión.
Con las ausencias de gravedad de Fernando Gago y Darío Benedetto (ya recuperados), un Pablo Pérez irregular y un Tevez que volvió de China con un rendimiento lejos de sus mejores versiones, el cordobés se puso el equipo al hombro a lo largo de este año y soportó la presión de guiar a sus compañeros a la victoria. Por eso fue la gran figura del Boca bicampeón con 6 gritos y 14 asistencias, fue reconocido como el futbolista más destacado de la pasada Superliga y Jorge Sampaoli lo llevó al Mundial, analizando la buena química que había desarrollado en un puñado de minutos con Lionel Messi.
Todo ese combo derivó en un cansancio mental y futbolístico: sus notables actuaciones y la elevada cláusula de salida que le impuso Daniel Angelici a su nuevo contrato (50.000.000 de euros) lo obligaron a deslumbrar a propios y extraños en Rusia, integrando un plantel albiceleste que vivió nervioso y convulsionado adentro y afuera de la cancha. Eso lo afectó. En ese contexto, marcó muy poca diferencia y volvió a la Ribera en una versión desconocida.
Como nunca antes, el propio Guillermo estaba preocupado. Ya no se ocupó de defenderlo públicamente como en el 2017, cuando Kichán atravesó un vacío muy grande. Ahora él mismo sintió la necesidad de tener una charla íntima en la previa a enfrentar a Huracán (1-1), hace una semana. "¿Por qué no sos el de antes?", le consultó con confianza y buenas intenciones el entrenador. Rumbo al encuentro en Rusia con Messi y compañía había partido una verdadera joya, pero desde la ciudad rusa de Kazán arribó un Pavón irreconocible. Por suerte para Boca y los Mellizos, ese mal momento ya se rompió.
Los hinchas aprendieron la lección y son pacientes: no le reprochan nada durante los partidos y confían en que, si vuelve a estar mal, tarde o temprano reaparecerá. Porque le tomaron mucho cariño en una noche dolorosa, en la que solo tuvieron ganas de aplaudirlo y ovacionarlo a él: la eliminación copera inolvidable en semifinales ante el humilde Independiente del Valle, hace más de dos años. En aquella jornada convirtió los dos tantos que no alcanzaron para llegar a la final. Sin embargo, ese gesto de las tribunas no se debió exclusivamente al nivel que mostró aquel día, sino también a lo esencial que había resultado para llegar a esa instancia.
Porque se trata de un certamen que le sienta bien. En esa edición tuvo buenas actuaciones en la zona de grupo, pero se destapó en los mano a mano: además del doblete a los ecuatorianos, le convirtió uno a Cerro Porteño de Paraguay, en octavos de final, en un momento en el que la clasificación podía complicarse, y otro para forzar la recordada definición por penales ante Nacional de Uruguay, en cuartos.
Y en la presente Libertadores también fue clave: para ganarle en la Bombonera a Junior de Barranquilla con un gol suyo; para la agónica igualdad de Tevez a Palmeiras, en Brasil, en la que realizó un desborde excepcional con el último aire que le quedaba y lo asistió; también para forzar el gol que le dio vida a Boca en Colombia: con un tiro libre que desvió (en contra) Luis Ruiz, sacó a Boca de la temprana e inesperada eliminación.
"Hacer un gol siempre te da confianza, buscás más la pelota para generar más chances y definir el partido. Sigo trabajando para mejorar la definición. Cuando estoy cara a cara con los arqueros, trato de resolver la definición a último momento para estar bien parado y rematar fuerte; si definís mordido, te la tapa el arquero o tirás la pelota afuera", dijo Pavón tras el partido con Vélez.
Ahora vuelve a subirse al avión de la Argentina, en medio de la renovación para la gira en Estados Unidos. En el momento justo: tras dejar su huella en la Copa Libertadores ante Libertad y volver a ser, frente a Vélez, el Pavón que supo dominar la Superliga de punta a punta. Si se mantiene así, en Boca y la selección pueden soñar con sus explosiones.
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