Cuando los jugadores se contagiaron del escándalo
MAR DEL PLATA (De nuestros enviados especiales).- No alcanzó sólo con hacer de las tribunas un campo de batalla. No bastó con que 30 hinchas de River le pegaran despiadadamente a un simpatizante de Boca y que lo arrojaran al foso que rodea el campo de juego. Fue insuficiente que simpatizantes, o salvajes, se fajaran con piedras, palos, sillas y carteles y luego se sometieran a un feroz enfrentamiento con la policía.
Ni siquiera hay escarmiento con los escándalos que se viven en los últimos tiempos en cada rincón del país. El fútbol no se salva. Pierde por goleada en las tribunas y en el terreno de juego. Cuando había que llevar tranquilidad a las tribunas, donde los inadaptados, si podían, se sacaban los ojos, los jugadores, con Eduardo Coudet como principal instigador , desataron la locura entre el banco de Boca y de River.
La gresca nació tras el cuarto gol xeneize . Carreño venció por segunda vez a Comizzo y, bajo los efectos de la algarabía, abrazó al línea Ernesto Taibi, precisamente frente a la platea de los incidentes. Coudet entendió que lo de Carreño se trató de una broma de mal gusto y, tras la suspensión del partido, con ínfulas de matón , fue a buscar al delantero a pasos del túnel que conduce a los vestuarios.
"¿Estás loco? ¿Cómo vas a festejar así con lo que está pasando? Sos un tarado. ¿No ves la gente? ¡Gil!", gritó, desaforado, Coudet, según los periodistas que se encontraban allí. Mientras, en la platea seguían el cuerpo a cuerpo y las peleas con arma blanca, una batahola se desencadenó cerca del banco de suplentes. Los entrenadores, Ramón Díaz y Oscar Tabárez, intentaban separar e impedir que la escenografía fuese más lamentable aún.
Tras varios forcejeos, los planteles se fueron del terreno. La calma duró poco. En la antesala que conduce a los vestuarios, otra vez acaeció la hecatombe. Coudet siguió enojado con Carreño, lo fue a buscar y otra vez hubo insultos, empujones, amenazas...
"No sé por qué Coudet reaccionó así. Me decía algo de la gente, pero entre tanto griterío no le escuchaba nada; agrandó las cosas. Cuando terminé de festejar el gol, salté los carteles de publicidad para decirles a los hinchas que pararan, pero él entendió cualquier cosa".
El fútbol se manchó otra vez, como ocurre seguido en los superclásicos. No puede haber buenos perdedores ni una celebración sana. Si el ejemplo no lo ponen los jugadores, ¿qué se puede esperar de los barrabravas?
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